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Por Claudio Fantini. Decir que el presidente Mauricio Macri habilitó el debate sobre el aborto porque calculó que ganaría ampliamente el “No”, equivale a describirlo como un hipócrita que juega a dos puntas, y falla. La revelación la efectuó Elisa “Lilita” Carrió, quien suele desvivir al Gobierno con sus palabras y actos. Un fallido que afecta la imagen del Presidente.
Hasta aquí, al Gobierno lo obsesionó mantener el respaldo de Elisa Carrió. Tras cualquier desacuerdo o comentario que ella hiciera con tono crítico o disgustado, Macri, en persona, buscaba cortejarla para que no abandone la vereda del oficialismo.
La ética de Carrió sigue siendo su marca más sólida y visible, pero es posible que su imagen esté cayendo por una serie de negligencias y desmesuras.
Carrió estaría dejando de ser una certificación de calidad institucional, no por haber incurrido en acciones que echen sombras sobre su integridad moral. La ética de “Lilita” sigue siendo su marca más sólida y visible, pero es posible que su imagen esté cayendo por una serie de negligencias y desmesuras.
Ahora que la imagen de Macri se ha debilitado porque la confianza en su política económica se volvió exigua, las veleidades y mesianismos de “Lilita” aparecen como señales de una deriva personal y dirigencial.
Ese “yo” omnipresente que, recurrentemente, aparece recomendando “a los argentinos” tal o cual cosa, o pidiéndoles “calma”, o vaticinando situaciones como si pudiera ver el futuro, o como si conociese el rumbo inexorable de los acontecimientos, podría estar opacando fuertemente la imagen de Elisa Carrió.
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El especulador fallido que describe Carrió no merece respeto alguno. Ni como persona ni como jefe de Estado.
Su reacción al imponerse el voto favorable a la legalización del aborto en la Cámara de Diputados fue negativa, sobre todo, para la propia imagen de la legisladora.
Sus naufragios balbuceando banalidades sobre la cuestión económica, generan perplejidad. Y su afirmación sobre la razón por la que Macri habilitó el debate sobre el aborto fue, lisa y llanamente, un estropicio para el Presidente.
Afirmar que Macri impulsó semejante debate porque especulaba que el rechazo a la legalización ganaría por goleada, implica mostrar al jefe de Estado como un oportunista inescrupuloso y, además, negligente.
El líder que calculó mal la “llegada masiva de inversiones”, el “descenso vertiginoso de la inflación” y la eliminación total de la pobreza, también habría calculado mal la posición de la sociedad y de la dirigencia política sobre el aborto. Eso, al menos, es lo que sostiene su aliada al afirmar que, de haber sabido que la legalización del aborto tenía chance de imponerse, jamás habría habilitado el debate.
El Macri que describe Carrió es un oportunista que intentó quedar bien con Dios y con el diablo, y por negligente y desconectado de la realidad, terminó quedando mal con los dos.
Pocas descalificaciones de la oposición más furibunda y cerril han sido tan lapidarias con el Presidente, como la pronunciada por quien se supone lo aprecia y apoya con lealtad.
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El especulador fallido que describe Carrió no merece respeto alguno. Ni como persona ni como jefe de Estado.
¿Saldrá Macri a desmentir semejante afirmación? ¿Percibirá la magnitud del daño que le ocasiona a su imagen?