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Por Claudio Fantini. Debieron permanecer en silencio. El último pronunciamiento de Carta Abierta termina mostrando su verdadera esencia. Y no es el aporte de ideas, pensamiento crítico y una mirada franca sobre la realidad para que un liderazgo, al que consideran positivo, pueda mejorar y entender el escenario en el que impactan sus actos y sus mensajes.
Los intelectuales ayudan a un liderazgo aportando eso. Pero si lo que aportan no es un pensamiento crítico y una mirada franca, entonces son una intelectualidad orgánica. Y eso es otra cosa. Lo que hacen es formar parte del aparato de propaganda con que cuentan todos los liderazgos mesiánicos y autoritarios.
Y como parte de un aparato de propaganda, los intelectuales orgánicos están al servicio de sus jefes, aportan a la construcción del culto personalista y también elaboran la descripción del pasado-presente que permite idolatrar al liderazgo al que se sirve y denostar a las voces críticas, que cuestionan atropellos y denuncian corrupciones.
La última Carta Abierta pudo contener una autocrítica. Al fin de cuentas, es posible que las bases kirchneristas, a las que se suministraron sobredosis de “relato”, culto personalista y demonización de opositores y críticos, hayan ignorado el nivel de corrupción que explica el descomunal enriquecimiento del matrimonio Kirchner y de la oligarquía que crearon para reemplazar a las oligarquías que ya existían. También es posible que muchos intelectuales orgánicos, muchos artistas cristinistas y muchos funcionarios y legisladores kirchneristas no se hayan corrompido con esos dineros hurtados a las arcas públicas.
Lo que no es posible es que ninguno de esos estamentos ignorara la gigantesca maquinaria de enriquecimiento ilícito a través de los sobreprecios en la obra pública. Estaba demasiado a la vista y demasiado denunciada para que la ignoraran.
❝La última Carta Abierta pudo contener autocrítica❞.
La denunció Roberto Lavagna y fue por ello expulsado del gobierno por el propio Néstor Kirchner; la denunció también Horacio Rosatti al renunciar al Ministerio de Justicia de aquel gobierno en 2005. A renglón seguido, lo sufrió Eduado Arnold, ex vicegobernador cuando Kirchner gobernaba Santa Cruz. Después pasó al ostracismo Sergio Acevedo, otro colaborador decente que había tenido Néstor y que terminó renunciando como gobernador de Santa Cruz porque desde el Gobierno nacional le exigían colaborar con el esquema de sobreprecios en la obra pública.
También lo explicó detalladamente el periodista Daniel Gatti en su libro “Kirchner, el amo del feudo”. Y desde el 2008 fue denunciado por notables figuras de la oposición y de la prensa. Nada era más visible que ese gigantesco mecanismo de recaudación ilegal. Sólo por conveniencia o por negligencia se puede alegar que no se sabía lo que estaba pasando.
Carta Abierta pudo hacer una explicación de por qué consideraron que callar era un mal menor. O pudo hacer una autocrítica que legitimara su continuidad como observador de lo que ocurre en el país. Pero en lugar de eso, lo que hizo fue repetir lo de siempre: enarbolar teorías conspirativas que victimizan a sus líderes y satanizan a quienes denuncian o investigan la corrupción en “la década ganada”.