Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Juan Turello. La palabra confianza no forma parte de ningún spot de campaña ni está incluida en las plataformas de los candidatos. Sin embargo, es clave a la hora de decidir el voto y en el apoyo a las políticas que aplicará el mandatario electo. Alberto Fernández tiene puntos a favor, pero aún debe despejar ciertas incógnitas; Mauricio Macri lucha por remontar el rechazo a la política económica.
Gran parte de los sectores del trabajo se inclinaron en las primarias por Alberto Fernández, según encuestas cualitativas del voto. Es probable que esa tendencia se repita el 27 de octubre. En círculos empresarios y de clase media las opiniones están divididas. Aún subsiste cierta desconfianza sobre cómo hará para cumplir sus promesas y por la aparición de polémicas figuras kirchneristas en su entorno, señala mi nota en La Voz.
Macri perdió buena parte del voto de los sectores del trabajo por la caída del salario real -12 puntos porcentuales en 2018 y se anticipa un retroceso de siete puntos en 2019-; el aumento del desempleo y la inflación incontrolable. Buena parte de la clase media está desencantada de su gestión, pero aún no le dio un voto de confianza a su oponente.
¿Puede Macri dar vuelta una ventaja de cuatro millones de votos a partir de “la marcha” que inició ayer por 30 ciudades? La apuesta es muy difícil, reconocen politólogos y encuestadores, más aún si la economía no da señales de ofrecer un mejor futuro.
La economía había crecido 0,6% en el segundo trimestre en la comparación interanual, y también 0,6% en julio, antes de la debacle post-Paso. El aumento del dólar, que pasó de 46,50 pesos previo a alrededor de 60 pesos, alentó la suba de precios y abrió un gran interrogante si las reservas del Banco Central podrán contener la demanda de los ahorristas.
La posibilidad de que una futura gestión de Alberto Fernández aplique una suba en los impuestos al patrimonio y en las retenciones alimenta la desconfianza.
La apuesta por un acuerdo de precios y salarios por 180 días “puede ayudar a moderar las expectativas, pero la solución sigue siendo contar con superávit fiscal para el equilibrio macroeconómico y de cuenta corriente para los pagos de la deuda”, le señaló el economista Marcelo Capello en el almuerzo de Fundación Mediterránea.
A Alberto Fernández no le gustó ese recordatorio. En su respuesta, levantó el tono de voz y sostuvo que como jefe de Gabinete (2003-08) “el país tuvo superávit fiscal”. Las condiciones eran otras: el dólar barato había empujado el precio de las commodities, en especial el de la soja, a valores récord. El viento de cola ayudó a salir del subsuelo.
A diferencia de 2005, las condiciones para salir del default son distintas. La extensión de plazos alcanzaría a bonos bajo legislación extranjera por 32 mil millones de dólares.
La salida “a la uruguaya”, que supondría el estiramiento de los plazos a cinco años, sin quitas del capital ni de los intereses, tiene un fuerte condicionamiento. Que la clase política asuma la necesidad de contar con superávit fiscal –para no generar nueva deuda o acudir a la emisión, que alimenta la inflación- y mantener el superávit externo, que este año permitiría obtener 13 mil millones de dólares.
¿Hay consenso en la clase política para esos desafíos? De los seis candidatos a la Presidencia, sólo el de la izquierda reniega de estos postulados. Sin embargo, la prédica no es homogénea en el Frente de Todos. A la hora de una eventual gestión, pueden producirse enfrentamientos sobre qué receta aplicar. La mala es que no habrá buenas noticias para todos.
Será clave la elección del equipo que está en condiciones de dejar atrás el estigma de que –cada cierto tiempo- la Argentina repite sus crisis. ¿O somos incorregibles?