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Por Juan Turello. Córdoba vivió la semana pasada el impacto de la globalización en sus calles, por un acampe contra el hambre en una de las avenidas más transitada de la capital cordobesa, y la protesta contra la llegada de Uber. El reclamo de la emergencia alimentaria –con un acampe en una de las avenida más transitadas de la capital cordobesa- está ligado a un fenómeno global, más allá de que los errores del gobierno de Mauricio Macri sumergieron a millones de argentinos en la pobreza, según mi nota en La Voz.
Repasemos de qué se trata.
Hambre. La hambruna en amplias regiones del mundo y la diferencia cada vez más grande entre ricos y pobres son parte de un problema que sacude a Europa y a Estados Unidos, donde buscan refugio miles de inmigrantes que intentan sobrevivir.
Uber. El conflictivo desembarco de Uber en Córdoba –cuyas consecuencias aún no las hemos visto en su totalidad- es otro hecho que despierta adhesiones y controversias. Con 28 mil vehículos anotados, es sólo una muestra de la necesidad de mejorar los empobrecidos ingresos de otros tantos conductores.
Quizás por su tradición de “isla”, Córdoba no ha mirado con atención lo que sucede en el orden global, en el que la tecnología provoca grandes cambios en el trabajo y en la organización social.
Por caso, estamos discutiendo sobre las condiciones laborales de los repartidores humanos, cuando en Estados Unidos las empresas ya prueban hacer las entregas con drones. ¿Cuál será el encuadramiento del joven que con un dron, en un futuro no muy lejano, conducirá las entregas de pizzas y hamburguesas?
Córdoba debe actuar rápidamente frente a la globalización. Nos guste o no, sus desafíos ya están instalados entre nosotros.
Córdoba, un desafío. Un aporte sobre el tema. La Provincia debiera avanzar rápidamente en articular la educación en todos sus niveles, las relaciones laborales y la promoción de industrias para que los cordobeses cuenten con las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos que impone la globalización. Nos guste o no.
El “vivir con lo nuestro”, al que es afecto un sector del kirchnerismo y ciertos grupos de izquierda, no tiene cabida. Una simple aplicación –Uber- puso en jaque ese concepto del pasado.
Sobre llovido, mojado. Los desafíos de un mundo cada vez más interrelacionado llegan cuando la Argentina atraviesa una de sus peores crisis sociales y económicas desde 2001.
La pobreza aumentó considerablemente y es posible que –al final de este año- cuatro de cada 10 argentinos no puedan satisfacer sus necesidades alimentarias y de servicios básicas.
La inflación de agosto fue de 4%, y para este mes se estima que estará entre 5 y 6%. En los últimos 12 meses, los precios aumentaron 54,5%, una cifra que podría repetirse este año. Los alimentos subieron casi 59% en comparación con agosto de 2018.
Además de errores propios, Macri lidió con déficits que sacuden a la Argentina desde hace décadas. El fiscal, que no será corregido este año pese al brutal ajuste, y el de la balanza de pagos, por el cual gastamos más dólares de los que genera nuestra economía.
En el reparto de la ayuda social está en juego quiénes y qué sectores repartirán la partida extra de 10 mil millones de pesos que aprobará el Congreso.
La calma en torno del dólar de las dos últimas semanas podría trastocarse con la proximidad de la elección presidencial y ante la casi segura decisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) de no enviar un desembolso de 5.400 millones de dólares.
El organismo está sumergido en sus propias internas, con la asunción de la nueva directora general Kristalina Georgieva en los primeros días de octubre, y por el recelo de los técnicos ante los incumplimientos fiscal y monetario de los últimos meses.
“La decisión del FMI es importante, pero también es importante lo que diga si lo aprueba o lo que diga si no lo aprueba”, apunta el economista José Simonella.
Alberto Fernández y el gremialismo peronista contribuyeron a la calma financiera y social de los últimos días. Sin embargo, ambos actores tomaron nota de la presencia en las calles de los movimientos piqueteros más duros, con poca relevancia en el número de votos, pero con cuantiosos recursos para las movilizaciones y los acampes.
La ayuda social y los desafíos de la globalización no están resueltos en forma definitiva, pese a las urgencias que plantean.