Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. Alberto Fernández puede encontrar una solución parcial a la grave crisis desatada en la alianza que conduce el Gobierno y controla a grandes rasgos el Congreso, pero el daño ya está hecho en la economía. El peronismo perdió en 17 de los 24 distritos electorales. De repetirse los resultados en las elecciones legislativas del 14 de noviembre, se quedaría sin mayoría en el Senado -por primera vez desde la restauración de la democracia en 1983-, y perdería la condición de primera minoría en Diputados, señala mi nota en La Voz.
El daño electoral se puede cuantificar en las cuotas de poder que cederá la alianza del Frente de Todos.
El daño económico aún es inconmensurable a partir de la incertidumbre que generó una disputa feroz en la cúpula del Gobierno durante más de 72 horas.
La incertidumbre genera interrogantes; paraliza la toma de decisiones y, sin dudas, hará más lenta la recuperación que se insinuaba tras la caída del 10 por ciento en 2020.
Los dos proyectos anunciados por Alberto Fernández en las horas posteriores a la derrota tienen un futuro incierto en el tramo legislativo.
Las iniciativas sobre Compre Argentino y sobre los hidrocarburos están sujetas ahora a los tironeos que provocará el realineamiento en el peronismo.
La crisis política se desató a partir de la catástrofe electoral, que dejó ver el cansancio social por el manejo de la pandemia; los muertos por Covid-19 (con el mazazo de “la foto de Olivos”) y los errores en la economía.
El bolsillo sintió la falta de trabajo y el cierre de miles de comercios y pymes.
Alberto Fernández y Cristina Kirchner discuten cuánto daño puede provocar un acuerdo con el Fondo, que siempre exigirá superávit comercial –mayor aliento a las exportaciones- y un control del déficit fiscal.
La vicepresidenta y el kirchnerismo duro -Fernanda Vallejos lo demostró en sus audios- creen que es posible incentivar la demanda poniendo plata en el bolsillo de trabajadores a través de subsidios o de otras medidas, que el Estado debe cubrir con emisión.
Conclusión: el daño en los bolsillos es manifiesto porque la suba de precios torna irrisorio cualquier aumento que no esté vinculado con un incremento en la producción de bienes y servicios. Al final, los compradores pagarán más por aquello que desean tener.
Este concepto básico está malentendido por un núcleo importante del Gobierno, así como que es factible conseguir financiamiento externo sin un acuerdo con el FMI.
El proyecto de Presupuesto 2022 no prevé pagos al Fondo, lo que supone implícitamente la existencia de un acuerdo aún no firmado.
Tampoco incluye el IFE, mientras que establece el escalonamiento en las tarifas de los servicios públicos, otra medida que había sido resistida por el kirchnerismo, que alentó aumentos planos y menores a la inflación.
La permanencia de Martín Guzmán significa una señal favorable, aunque será necesario saber cuánto margen de maniobra tendrá en sus decisiones.
El desquicio más grave fue el imaginario de que se podían controlar los precios a través de valores fijados por la Secretaría de Comercio.
La emisión, la oferta y la demanda y el irregular funcionamiento de ciertos mercados destrozaron el Excel oficial.
Guzmán pregonó en todas las tribunas que el país necesita dólares, por lo que debe exportar más para tener las divisas que permitan traer los insumos que requiere la industria para llevar su capacidad instalada al máximo. Sin dólares, la recuperación será en cuentagotas.
Además, los argentinos quieren dólares para cuidar sus ahorros.
Guzmán no pudo ganar la batalla del cierre de las exportaciones de carne, que ya provocó pérdidas de ingresos por 500 millones de dólares y de puestos de trabajo, además de alentar la incertidumbre en un sector clave.
Aun con “La Niña”, el campo producirá en el actual ciclo casi 120 millones de toneladas de los tres principales granos.
La fractura expuesta en lo político también reveló concepciones económicas distintas entre las fracciones que componen el Gabinete.
Esa es la grieta que deberá cerrar Alberto Fernández, para evitar más daños. Sin confianza no habrá una recuperación sólida.