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Por Marcelo Capello. Desde enero último la economía local muestra un ajuste con todas las letras: devaluación del peso, mayor inflación, caída en el poder adquisitivo del salario, aumento en las tasas de interés y una readecuación tarifaria en carpeta.
Se cayó en el ajuste tras varios años de expansión por el lado de la demanda, durante los cuales la economía perdió sus equilibrios básicos. Cuando una economía aprecia excesivamente su moneda y pierde competitividad, suelen quedar dos caminos por recorrer:
En los dos casos se producen costos sociales y también políticos, claro que estos últimos resultan más visibles con el ajuste directo. Por la vía indirecta siempre existe la posibilidad de deslindar responsabilidades respecto a quién y por qué hubo necesidad de devaluar y se generó inflación.
En 2001 la economía mostraba problemas de competitividad y en sus cuentas fiscales, con tipo de cambio fijo y convertible. Una vez perdido el financiamiento internacional, el entonces presidente Fernando De la Rúa optó por la vía deflacionaria, incluyendo una reducción de salarios del 13% para una porción de agentes públicos y jubilados. Como era previsible, la medida generó un alto costo político.
En 2013 también existían problemas fiscales y de competitividad e inconvenientes para acceder al financiamiento internacional, con una fuerte caída de reservas del Banco Central.
A lo largo del año el poder de compra del salario podría caer hasta 10% respecto de los máximos de 2013, por lo que habrá una disminución en el consumo y en la actividad en general.
Sin las restricciones de la convertibilidad, se recurrió a un “ajuste indirecto”: fuerte suba del tipo de cambio, impacto inflacionario y posteriores presiones sobre paritarias para moderar las subas salariales.
En el Gobierno saben que para que la devaluación surta efecto, el tipo de cambio debe subir más que la inflación, y ésta más que los salarios. Con la licuación salarial se pretende recuperar competitividad en privados, pero también mejorar las cuentas públicas.
Al ritmo que trae la inflación, para abril habrá provocado una caída de alrededor del 13% en el poder adquisitivo de los salarios, respecto a julio 2013. A diferencia del ajuste directo de De la Rúa, el ajuste indirecto actual se hace sentir sobre todos los trabajadores. Con las paritarias el salario tendrá algún respiro, pero a lo largo del año su poder de compra podría caer hasta 10% respecto de los máximos de 2013.
Los efectos netos sobre la economía serán disminución en el consumo masivo y en la actividad en general, mejora en la competitividad de costos y, siempre que la política fiscal acompañe, mejora en las cuentas fiscales.■