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Por Claudio Fantini. «Pato rengo» es como llaman los norteamericanos al presidente que transita el último tramo de su última gestión. Se trata de una etapa inactiva, más allá de lo protocolar, porque un mandatario no toma grandes decisiones ni logra apoyo a sus iniciativas cuando la expectativa de la sociedad ya no está en la gestión que termina, sino en la que está por comenzar.
Los opositores y críticos de Cristina Kirchner vaticinaban que, a esta altura de su último mandato, la Presidenta sería un «pato rengo», con la fuerza propia totalmente dispersada y sin más actividad que arreglar las cosas preparando la partida.
Está claro que se equivocaron. no sólo no es un «pato rengo», sino que conserva poder, protagonismo y centralidad en la escena política. Una señal de su capacidad de liderazgo. Pero en ese protagonismo, ha dado pasos que no son los que da un Gobierno que concluye.
¿Por qué Cristina privilegia las relaciones con China y Rusia? Porque su modelo económico se está descascarando y necesita protección externa.
Los acuerdos que acaba de firmar con Rusia favorecen al gigante energético eslavo Gazprom, a costa de los intereses de YPF, mientras que deja en manos rusas la construcción de centrales nucleares que podría levantar con Alemania con más garantías medioambientales.
Pero, firmar convenios militares que implican maniobras conjuntas con las fuerzas armadas rusas, cuando la Argentina nunca hizo este tipo de ejercicios ni siquiera con Brasil, que se supone su principal socio en el continente americano, son hechos que van más allá de las lógicas relaciones convenientes y sin ataduras, para acercarse a lo que, con desopilante mal gusto, Guido di Tella llamó “relaciones carnales”.
A ese nivel llegan también los acuerdos con China. La base con militares chinos, armas chinas y leyes chinas en la Patagonia es un nivel de intimidad en la relación que va mucho más allá de las “relaciones maduras” que proponían Alfonsín y Caputo a las grandes potencias. En este nivel de intimidad, lo que hay son “relaciones carnales”.
En su segundo mandato, Cristina enterró la política de vínculos sin ataduras con las grandes potencias, iniciada por Alfonsín, abandonada por Menem y recuperada por Néstor Kirchner.
La alianza que hizo Cristina con Rusia y Chine, señalan un nuevo desplazamiento geopolítico. El primero, comenzó en el siglo 19 y fue desde Madrid hacia Londres.
El eje político se desplazó luego desde Londres hacia Washington, y desde entonces fue Estados Unidos el país que gravitaba en la política y la economía nacional, protegiendo a las dirigencias locales que velaban por los intereses norteamericanos en la Argentina.
Ahora, son los gigantes eslavo y asiático los que pisarán fuerte en la vida política y económica de la Argentina. ¿Por qué estableció esta versión bígama de las relaciones carnales? Porque su modelo económico se está descascarando y necesita protección externa.
4hora serán Rusia y China los encargados de proteger y mantener el poder de la dirigencia local que les dio prebendas, negocios y posicionamiento geoestratégico en el país.
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