Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. Cristina Kirchner hizo exactamente lo contrario que días antes había hecho Michelle Bachelet. La presidenta chilena dispuso la salida de su hijo del gobierno y del Partido Socialista, ni bien quedó acusado de conseguir indebidamente un suculento crédito.
El primogénito de la mandataria trasandina debió, además, pedir disculpas públicas, sin que su madre intentara encubrirlo. Cuestionada desde todos los medios de información, Bachelet no se victimizó diciendo, por ejemplo, que los poderes sectoriales y corporativos afectados por sus reformas, conspiran atacando a su familia. El crédito fue destinado a la empresa de su nuera.
Con semejante ejemplo tan cercano en espacio y tiempo, la Presidenta argentina debió, al menos, esperar otro momento para defender públicamente a su hijo. Para colmo, la modalidad fue la misma de siempre: victimizarse denunciando oscuras conspiraciones.
❝Bachelet hizo salir a su hijo del gobierno ni bien quedó acusado de conseguir indebidamente un suculento crédito❞.
Según Cristina, cuyo hijo podría ser indagado en las próximas semanas en relación a la causa Hotesur, la acción judicial no tiene que ver con las aparentes señales de lavado de dinero que claramente asoman en la empresa hotelera familiar, sino con el hecho de que Máximo creó y dirige La Cámpora, en lugar de elegir la comodidad de la inacción política.
El mismo argumento con que el kirchnerismo defiende a Boudou. En lugar de argumentar por qué sería mentira que el vicepresidente se apropió de la ex empresa Ciccone y estafó a su ex esposa, lo que hace el oficialismo es afirmar que lo atacan porque estatizó los fondos de jubilaciones y pensiones.
Quizá la explicación de que todavía utilice como argumento lo que más bien parece encubrimiento, es la falta de exigencia social en materia de corrupción.
En Chile, el “nueragate” derribó la popularidad de Bachelet y, seguramente, habría caído mucho más si, en lugar de hacer que su hijo renuncie y se disculpe, la presidenta lo defendía victimizándolo de alguna conspiración.
También la popularidad de Dilma Rousseff cayó en picada, y no sólo por el ajuste que puso en marcha para frenar la inflación y reactivar la estancada economía, sino principalmente por el escándalo de corrupción en torno a Petrobras.
De momento todo parece indicar que la gigantesca máquina de sobornar que operaba con los petrodólares brasileños, no fue creada ni apañada por la sucesora de Lula. Por el contrario, Dilma Rousseff ha sido, hasta ahora, la persona que en la presidencia más funcionarios echó por estar sospechados de corrupción.
Sin embargo, las encuestas la están castigando duramente por Petrobrás.
Por suerte para Cristina Kirchner, la sociedad argentina parece mucho menos exigente que sus vecinos en materia de castigo y enjuiciamiento de la corrupción.■