Por Claudio Fantini. ¿Es más grave la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque que la descripción que hizo Fernanda Vallejo del presidente como “un mequetrefe que no sirve para nada”? La decisión inicial de Alberto Fernández de no cambiar al ministro Martín Guzmán ni modificar su política económica tras la derrota en las PASO, dejó a la vista la grieta en el oficialismo. Esa fractura vuelve a ser evidente a raíz de lo acordado con el FMI.
Nada nuevo hay bajo sol del oficialismo. Hasta el silencio de la vicepresidenta se repite. Cristina Kirchner no dijo nada cuando Vallejo descargó aquella catarata de insultos y descalificaciones sobre el Presidente. Vuelve a callar ahora, frente al portazo que dio su hijo.
Los silencios de Cristina empiezan a sonar como “el voto no positivo” que convirtió a Julio Cobos en un vicepresidente opositor a la Presidenta, quien lo aborrecía públicamente.
Los silencios de Cristina son más elocuentes que sus discursos. Pero, en este caso, ese silencio habla de una creciente soledad.
Al fin de cuentas, en la sociedad y en la clase dirigente lo acordado con el FMI parece tener más aprobaciones que rechazos.
Por momentos, la vicepresidenta parece ser más impulsora del “albertismo” que el propio Alberto.
En rigor, Alberto Fernández nunca fue del todo un títere, aunque tampoco haya podido ser todo lo contrario.
Pero, en eso pueden convertirlo Cristina y su hijo. ¿La paradoja? Los líderes del kirchnerismo podrían ser los creadores del “albertismo”, que -desde el principio- intentaron conjurar.
De la derrota en las PASO, el presidente salió más debilitado que su vice.
Pero si lo acordado con el FMI genera un clima de confianza que compensa los efectos del ajuste que inexorablemente implica, y se mantiene el rebote de la economía, la embestida kirchnerista contra el Presidente y su ministro de Economía podría terminar aislando y debilitando a Cristina y a Máximo.
A nivel regional, la radicalización que ambos expresan va quedando en soledad.
Mientras en Tegucigalpa la vicepresidenta argentina despotricaba contra el FMI en una conferencia ante universitarios, la flamante presidenta hondureña prometía negociar y acordar con los organismos multilaterales de crédito.
Honduras
Además, el hecho de que a la asunción de Xiomara Castro no hayan sido invitados los líderes del régimen venezolano Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y la vicepresidenta Delcy Rodríguez; ni tampoco el presidente cubano Miguel Díaz Canel; el presidente nicaragüense y su vicepresidenta, Daniel Ortega y Rosario Murillo, parece una señal de que el nuevo gobierno de Honduras marcó distancias con regímenes a los que Cristina se mantiene aliada.
Chile
Gabriel Boric, el mandatario electo de Chile, también cuestionó duramente a esos regímenes, mientras esboza lineamientos económicos muy lejanos a los que defiende la vicepresidenta.
El sólo hecho de haber nombrado ministro de Economía del futuro gobierno a Mario Marcel, muestra que Boric tiene una mirada sobre la economía que dista mucho de la del kirchnerismo.
Marcel es un economista de la Concertación Democrática (coalición centroizquierdista que encabezó cinco gobiernos desde el final del régimen de Pinochet), al que Michel Bachelet designó presidente del Banco Central, cargo en el que fue ratificado por el gobierno centroderechista de Sebastián Piñera.
Sumando diferencias con el kirchnerismo, Boric denunció las violaciones a los derechos humanos en Venezuela y Nicaragua, frente a las cuales Cristina Kirchner siempre guardó un silencio cómplice.
Venezuela
El régimen venezolano ya no tiene la generosa chequera petrolera que tenía Hugo Chávez para comprar adhesiones a su liderazgo regional, por eso va creciendo una izquierda que, a diferencia del kirchnerismo, no tiene ataduras que le impidan denunciar el autoritarismo y el desastre económico causado por el chavismo.
Cristina se va quedando sola en lo que fue un nutrido coro de defensa del chavismo, el orteguismo y el castrismo.
Y posiblemente crecerá su soledad en el terreno de la economía.
Más allá de las declaraciones de identificación que la vicepresidenta hizo en varias oportunidades con la línea de pensamiento económico que representa Joseph Stliglitz, en la realidad ella tiene una posición más radicalizada.
Desde esa posición, la líder kirchnerista cuestionó al discípulo de Stiglitz que Alberto Fernández eligió como ministro de Economía.
Nadie sabe lo que está por delante, pero en lo inmediato el Presidente y Martín Guzmán, acuerdo con el FMI mediante, han quedado en mejor posición que Cristina Kirchner, cuyos silencios podrían terminar generando el “albertismo”.