Por Claudio Fantini. Es una estrategia extraña. A simple vista, parece una victimización floja de papeles, tras haber sido declarada culpable en un juicio, Cristina Kirchner se declara víctima de la Justicia. Algo que, además de normal cuando de políticos se trata, podría ser posible. Pero, el instrumento de victimización elegido de considerarse proscripta, suena extraño porque va contra lo evidente.
Existen instancias de apelación por delante, por lo que está claro que podrá ser candidata a lo que quiera y asumir el cargo que obtenga en las urnas en las elecciones de este año.
Si una persona está proscripta, no puede ser candidata, pero si puede asumir la candidatura para la que se postula, entonces, no está proscripta.
Lo que podría plantear la vicepresidenta es que la sentencia que recibió es el primer paso hacia una proscripción, dado que, si las apelaciones no logran su cometido, en algunos años, entonces sí quedará inhabilitada para ocupar cargos públicos.
Sin embargo, plantear que está proscripta ahora no tiene ningún vínculo con la realidad.
Si lo que busca es disparar un bumerán sobre los jueces que dictaron la sentencia contra ella, entonces, lo que debió hacer es renunciar a la Vicepresidencia.
En un mensaje televisado, Cristina Kirchner anunció que no será candidata. Pues bien, ese argumento tiene más validez para dar un paso al costado en el cargo. Lo que mancha y debilita una candidatura, ¿no mancha y debilita a la Vicepresidencia?
Cristina podría haber contraatacado a los jueces que la declararon culpable, acusándolos de dar “un golpe de Estado judicial”, al generar una razón para que se vea obligada a dejar el cargo al que llegó por el voto.
Pero en lugar de acusarlos, los acusó de proscribirla, algo que desmiente fácilmente la realidad evidente.
Al colocar a Alberto Fernández como candidato a presidente, debido a que el nivel de rechazo contra ella hacía muy posible una derrota en la segunda vuelta en 2019, Cristina Kirchner había dado por hecho que su elegido como vicario actuaría como Héctor Cámpora en 1973.
Pero no fue así. O no fue del todo así.
Aún esforzándose por complacerla lo máximo posible, Alberto Fernández intentó conservar dosis mínimas de poder y no actuó frente a las encrucijadas que enfrenta Cristina como ella entendía que debía haber actuado.
El resultado fue un doble comando que terminó bloqueando la posibilidad de que alguien comandara, y eso condujo a un gobierno disfuncional y en permanente cortocircuito.
Es probable que el rótulo de proscripta que se impuso sea un ardid para que su próximo intento de tener un presidente títere, le dé mejores resultados que con Alberto Fernández.
Pero está vez necesita un instrumento tan claro y explícito como lo fue la fórmula “Cámpora al gobierno, Perón al Poder”.
El impedimento no existe para las elecciones de este año. Por eso Cristina lo inventó.