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Por Claudio Fantini. Reunirse con Lula en Brasil y dar con Dilma Rousseff una conferencia titulada “La Lucha política en Latinoamérica hoy”, le sirve mucho a Cristina Kirchner. Lo que no está claro es si les sirve a Lula y a Dilma. La idea que subyace es que los tres ex mandatarios sufren las consecuencias de haber enfrentado al poder económico concentrado para repartir riqueza entre los pobres. ¿Es así?
Por cierto, explicarán también que los nuevos gobernantes de la Argentina y Brasil están abocados a favorecer a los ricos, razón por la cual están dispuestos a implementar políticas que aumentarán la pobreza y desprotejerán aún más a los sectores más vulnerables de sus sociedades.
Los tres gobiernos del PT (dos mandatos de Lula, uno de Dilma) se parecieron, en todo caso, al de Néstor Kirchner, aunque fueron más pragmáticos que el fallecido ex presidente. Más allá de las diferencias notables, que ahora -en una alianza estratégica de victimización- ocultan detrás de una supuesta sintonía total, la estrategia de presentar los tres casos como equivalentes, sólo beneficia a Cristina Kirchner.
Los casos de Lula y Dilma, además de ser diferentes entre sí, nada tienen en común con el laberinto judicial por el que deambula la ex presidenta argentina.
A Dilma no la investigan por corrupción y la trapisonda del Congreso que la destituyó mediante un impeachment, fue la consecuencia de un acuerdo entre todos los legisladores y dirigentes salpicados por el escándalo del “petrolao”, para sacarla de la presidencia. En privado, la acusaban que ella no hacía nada -desde el más alto cargo- para detener la ofensiva de los jueces sobre el monumental esquema de sobornos montado en torno a la petrolera estatal, Petrobras.
Habría sido indebido que la ahora ex presidenta maniobrara para detener a los jueces, como pretendían quienes se confabularon para destituirla. El verdadero error que cometió Dilma Rousseff, que facilitó que la arrastraran al juicio político, aunque no tuvo que ver con la acusación que se le hizo, fue la caída de la economía.
Lo que le ocurrió a la ex presidenta brasileña nada tiene que ver con lo que le ocurre a Cristina Kirchner. Los casos más graves que pesan sobre la ex presidenta argentina tienen que ver con corrupción lisa y llana.
Se podría decir que es un problema similar al de Lula, pero la diferencia también es gigante. Aunque se investiga al líder del PT por haber, presuntamente, recibido alguna dádiva o soborno, el caso de Brasil involucra a dirigentes de todo el arco político. Se trata de un mecanismo de financiación ilegal de la política que existía desde antes que Lula llegara a la presidencia.
En cambio, el caso argentino es del enriquecimiento ilícito de la familia Kirchner y de pocos allegados que actuaron como engranajes de la maquinaria que desviaba fondos públicos hacia sus arcas.
En la Argentina, no había un viejo mecanismo de financiación ilegal de toda la política, sino un mecanismo centralizado de corrupción, que generó la multiplicación desmesurada de la fortuna de la familia gobernante y sus socios.
El reciente viaje a Brasil es beneficioso para Cristina. A ella le conviene que se confunda su caso con el de Dilma y el de Lula. Probablemente, los ex mandatarios petistas pronto descubrirán que a ellos, esa confusión, no los favorece sino que, por el contrario, los complica.
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