Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. Las sobreactuaciones pueden ser tan o más bochornosas que la razón por la que el diputado Juan Ameri (FDT-Salta) quedó fuera del Congreso. Lo que hizo no fue más vergonzoso que lo del senador Esteban Bullrich (Cambiemos-Buenos Aires) cuando puso en la pantalla una foto suya para simular estar presente. En definitiva, lo de Bullrich fue deliberado y su objetivo era engañar, mientras que lo de Ameri, aunque impresentable, pudo no haber sido intencional.
Es obvio que el besuqueo sí fue intencional. Nadie posa accidentalmente la boca en el seno de una mujer en medio de una sesión del Congreso. Pero puede no haber sido intencional que ese besuqueo sea visto en la pantalla del Congreso y, luego, en todas las pantallas del país.
Lo más grave no fue haber besuqueado los senos de su mujer, sino lo que ocurrió más tarde, cuando -en una entrevista por televisión- la periodista Débora Plager le hizo una pregunta clave: ¿qué tema estaba tratando Diputados en la sesión que pasó lo que pasó? Ante la pregunta, cortó la comunicación.
Ameri no tenía la más remota idea del tema que se debatía mientras él se entusiasmaba con la prótesis de su pareja.
Participar en un debate parlamentario y no saber de qué se habla lo descalifica mucho más que el hecho por el que se rasgaron las vestiduras tantos, y algunos con particular hipocresía.
Lo de Sergio Massa fue una sobreactuación que debiera ser más rechazada que el acto hot del impresentable político que perdió su banca de diputado nacional.
Como señaló el periodista Ernesto Tenembaum, más bochornoso es comandar la Cámara como aliado de la dirigencia a la que había prometido meter presa por corrupción.
Que un hecho sea bochornoso, impresentable y deplorable, como lo que hizo Ameri, no implica que sea un delito sancionable con la pérdida del cargo.
A Bill Clinton le hicieron juicio político, no por haber tenido sexo con una pasante en el Salón Oval, sino por haber mentido bajo juramento cuando el fiscal Kenneth Starr lo interrogó al respecto.
Es bueno que un personaje impresentable haya quedado fuera del Congreso, pero pensar que eso mejora la calidad del Poder Legislativo es caer en la trampa tendida por quienes sobreactuaron la indignación.
Como Sergio Massa y los tantos que terminan aliados de quienes poco antes describían como males espantosos para el país.
En cuanto al ex diputado salteño del Frente de Todos, lo más grave no fue el hecho que detonó el escándalo, sino que haya estado en un debate sin siquiera saber el tema que se estaba debatiendo.