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Por Juan Turello. Por momentos, el Gobierno se parece a ese luchador que, al igual que en el histórico programa Titanes en el ring, enfrentaba a dos poderosos enemigos, que se abalanzan sobre él y le propinaban toda clase de golpes. En ese ring imaginario está el Banco Central, que enfrenta –todos los días- a dos peligrosos contendientes, el dólar y las tasas, que se reparten las ganancias de la especulación financiera, señala mi nota en La Voz.
Repasemos cómo está la economía.
La divisa norteamericana ganó el jueves último su principal pelea en la gestión de Mauricio Macri al cotizar a 43,50 pesos. Las tasas tuvieron su revancha el viernes, cuando el ente monetario pagó por las letras de liquidación (Leliq) casi 58% anual. Fue el rebote más importante luego del “veranito financiero” de diciembre y enero. La tasa de referencia se había desplomado a 43% .
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Roberto Maggi, de la Asociación Industriales Metalúrgicos (AIM) de San Francisco, admite –al igual que sus pares de Córdoba y Río Cuarto- que la tasa elevada frenó las ventas de maquinaria agrícola (retrocedió 90% la producción en enero último), y de electrodomésticos.
Las de automóviles siguieron el mismo derrotero. Las fábricas Renault-Nissan, Fiat y General Motors estuvieron paradas esta semana, con fuerte impacto en el autopartismo. Dirigentes metalúrgicos advierten que el 15% de los puestos de trabajo (casi uno de cada siete) está en riesgo.
La tasa que paga el Banco Central para frenar el dólar genera, por contrapartida, un fuerte parate en la actividad porque el crédito se torna inaccesible para el consumo.
Es cierto que durante los últimos días volvieron las dudas sobre una eventual guerra comercial entre Estados Unidos y China, que se disiparon hacia el fin de semana, y se produjo una caída de las monedas de los países emergentes.
Pero, las causas principales de la minicorrida fueron la falta de resultados del Gobierno en controlar la inflación –la suba de precios sería de 31,9 a fines de año- y las crecientes dudas sobre la reelección de Macri, por ende, de un eventual triunfo de Cristina Kirchner.
A medida que avance el calendario electoral, los triunfos provinciales de la oposición alentarán esa suba y baja en torno del dólar. Aunque no es causa y efecto, la apreciación se traslada a precios, además de que no cesan los aumentos de insumos clave como los de combustibles, energía y transporte.
En medio de la pelea en el ring central, los plateistas –economistas y analistas, de modo principal- debaten sobre si la actividad ya tocó fondo y si hay señales de una recuperación (leve, pero mejora al fin). Algo así como “lo peor ya pasó”.
Esa discusión incipiente no llega al gran público, preocupado por una inflación indomable (con marzo la suba de precios del primer trimestre estaría por encima del 10% ) y la caída en el empleo.
El debate se fundamenta en que en la producción industrial y en la construcción se observa una mejora intermensual, según los registros de diciembre y enero últimos. Por supuesto, la comparación interanual sigue siendo demoledora.
La industria cayó en enero casi 11% y la construcción orilló el 16% contra igual mes de 2018. Esos datos podrían repetirse en febrero y marzo, ya que los meses del año anterior mostraron una vitalidad, que sepultó las corridas cambiarias de abril y de septiembre de 2018.
El arrastre estadístico provocaría una caída de 1,5% en 2019, con una mejora del consumo recién en el segundo semestre por los acuerdos paritarios y el cese de los aumentos de los servicios.
El “hagan algo” ya no es sólo el reclamo de un obrero al Presidente, sino un clamor de la sociedad, temerosa de que la contracción de la economía deje en el camino a miles de empresas, comercios y trabajos.