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Por Claudio Fantini. El antisistema recorre las urnas europeas. ¿Qué hay detrás de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit); la cuasi presidencia de una fuerza política con nostalgias hitleriana en Austria y, ahora, la renuncia del primer ministro de Italia, Matteo Renzi?
En Austria, la ultraderecha no pudo finalmente llegar a la presidencia.
Quien le cerró el paso no fue ninguno de los partidos tradicionales, sino la izquierda ecologista. Por cierto, el hecho es que, en la instancia final, la mayoría de los austriacos tuvo el pudor de votar contra un partido que tiene el halo nazi del “Anschluss” (la anexión de Austria al Tercer Reich), por lo que eligió al dirigente ecologista Alexander Van der Bellen.
Sin embargo, que una fuerza política con nostalgias hitleriana haya estado tan cerca de ganar, es una señal antisistema.
En la disputa presidencial austriaca, la ultraderecha desplazó al conservador Partido Popular y la izquierda ecologista al Partido Socialdemócrata.
En Austria, la continuidad del bipartidismo tradicional está en duda. El alivio para Europa llegó con el triunfo ecologista en el duelo final.
La ola del antisistema también golpeó Italia y ahogó el gobierno. A Matteo Renzi le pasó como a David Cameron. Confió en que podía abatir a los demagogos que hostigaban su gestión; les apuntó con un referéndum y le salió el tiro por la culata.
El primer ministro del Reino Unido había querido sacarse de encima al ultranacionalista Nigel Farage y a los euroescépticos de su propio partido, mediante el referéndum en el que esperaba imponer la continuidad en la Unión Europea, pero ganó el Brexit y Cameron tuvo que renunciar.
«Renzi tropezó con la misma piedra (que Cameron)»
Renzi tropezó con la misma piedra. El premier italiano quiso vencer en un referéndum a la oposición para quitarle ataduras a su gobierno y restar la posibilidad de sabotaje permanente con que cuenta el poderoso Senado, pero encontró una derrota abrumadora.
En rigor, lo que proponía Renzi era lo que añoran opositores como Matteo Salvini, el líder de la Liga Norte que siempre está elogiando a Vladimir Putin, aliado de Marine Le Pen y ahora incorporó en su lista de ídolos a Donald Trump.
El joven y hasta aquí avasallante ex alcalde de Florencia, que había llegado al cargo desplazando a su correligionario Enrico Letta, confió en el triunfo porque apostó una carta antisistema: cambiar la institucionalidad vigente en Italia, quitando poder al Senado y acotando la influencia de los partidos pequeños.
Algo que bien podrían haber propuesto el demagogo Salvini, el berlusconista Renato Brunetta y el antisistema y euroescéptico Beppe Grillo, de haber estado ellos al frente del gobierno.
Quizás por ser precisamente una propuesta en el sentido contrario al sistema institucional que regía desde hace muchas décadas, es que Renzi pensó que quien tenía la carta ganadora era él. Y de algún modo, era así. Pero la realidad volvió a mostrar que la gente vota lo que pide el populismo.
En Italia, los demagogos defendieron la institucionalidad vigente no sólo para que no se recorten las atribuciones de sus partidos y el poder de bloqueo que tienen en el Senado, sino también para derribar al primer ministro socialdemócrata.
El mismo día, se podría decir que en Austria perdió el antisistema porque el ultraderechista Norbert Hofer fue vencido en las urnas. Sin embargo, ninguno de los partidos tradicionales llegó a la disputa final por la presidencia.
No fueron las fuerzas tradicionales sino el ecologista Alexander Van der Bellen quien logró, en una dramática batalla final, detener el avance arrollador de la ultraderecha.