Suscribite al canal de Los Turello.
Algunos analistas sostienen que hubo un “empate colectivo” en el primer debate presidencial....
Por Juan Turello. Más allá de las críticas que se cruzarán hoy los candidatos a presidente,...
Por Claudio Fantini. ¿Por qué Rusia abandonó a los armenios, lo que posibilitó la limpieza...
La Fundación Corazón de Mujer celebra diez años realizando el “Caminamos con vos” en la...
Domingo Cavallo está en Córdoba, donde dice que "estudia" y se reúne con amigos, a muchos de los...
Guillermo Oliveto, uno de los consultores más prestigioso en materia de consumo en la Argentina,...
En los últimos días Google ha utilizado sus famosos Doodles, con una serie de juegos vinculados a...
Mariel Fornoni -directora de la consultora Management & Fit- expuso en el Ciclo de...
Durante un acto realizado en la sede de la Fundación OSDE, en la ciudad de Córdoba, realizamos la...
Por Héctor Cometto. Todos los caminos conducían a Independiente. Eran años de apogeo, con títulos, copas y cuidadas administraciones. Buen fútbol, un estilo de juego reconocido y una personalidad que todos admiraban.
El «Imperio Rojo» se trasladaba a América y el mundo, y todo era maravilloso.
Hasta los que no eran hinchas disfrutaban de su reinado, salvo los de Racing que habían conocido el éxito fulgurante y ahora, cuando se profundizaban sus problemas con el pozo del descenso, los que disfrutaban eran los de al lado.
Era el que mejor compraba y el que menos gastaba, el que mejor cumplía y menos se empeñaba, con ídolos que fueron líderes fuertes como Pastoriza, Pavoni, Trossero, Milito y otros, grandes habilidosos como Bernao, Bochini, Burruchaga. También catapultó al principal dirigente de la historia del fútbol argentino: Julio Grondona.
Y el ciclo del imperio concluyó, después de 101 temporadas consecutivas y 42 títulos. La caída fue pronunciada y no tiene fin. El descenso es tierra arrasada, no es verdad que solamente sea un resultado futbolístico más, ni que haya cosas más importantes.
Y más si es una caída desde la hegemonía total, porque allí donde alguna vez hubo fiestas pantagruélicas ahora no hay nada, y en esos campos de donde provenían los beneficios sin fin, ahora hay un terreno yermo para sembrar sacrificio, sudor y buenas ideas refundacionales.
Las lágrimas auténticas de los hinchas y su dignidad para aceptar la caída sin gestos violentos son la mejor simiente para recomenzar el ciclo: evidencian que la grandeza no se ha perdido ■