Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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La tragedia de Estados Unidos.
Jorge Asís para Jorge Asís Digital*.
A Donald Trump le tiran con armamento tan pesado que ya despierta simpatía. Es novedoso y divertido, mientras la estadista Hillary Clinton naufraga en la monotonía relativamente previsible.
El país más significativo de la tierra. Potencia de primera magnitud en el plano militar y nuclear. Dista de mantener la misma magnitud en el plano político.
Aquí la fuerza se impone sobre la idea. Es la idea fuerza eficaz para asomarse al dilema norteamericano.
Aunque se afirma que se teme, el triunfo de Trump se desea. Perversidad.
En su tragedia cultural, Estados Unidos debe optar por el mantenimiento de la mediocridad -que representa Clinton- o arriesgarse a la aventura. Al delirio jocundo que representa Trump. El que dice lo que repite gran parte del norteamericano blanco medio, de educación aceptable. Se entretiene con las fanfarronadas de Trump, y se aburre ostensiblemente con la política correcta de Hillary. Pasable funcionaria y mala candidata, de enorme sonrisa artificialmente elaborada.
Semanas atrás, en Buenos Aires, el Portal Infobae organizó un ilustrativo desayuno dedicado a la elección del 8 de noviembre. Intervino un embajador americano. Lo menos ofensivo que dijo de Trump fue que es un “payaso”. Un “candidato anormal”.
Son los agravios que reproduce la prensa del mundo. Compulsiva presentación, en todos los canales menos la Fox. Explicar a Trump, o no condenarlo, es una manera de la profanación.
Peor si se argumenta que, para el estado actual de la geopolítica, resulta atractivo el enfoque misterioso de Trump. Más que las insistencias en el error que se repitieron con Obama, registradas cuando la secretaria de Estado era Hillary Clinton.
Justamente al Departamento de Estado se le pasó por alto, en su estrategia, que en Medio Oriente se incubaba una violencia que no se basaba en el terror selectivo de los atentados. Encaraban por la violencia territorial. Con la territorialización de La Jihad se gestó la base del Estado sanguinario, pero con población y petróleo. Con sabiduría publicitaria aprendida en países desarrollados, y con un ejército en las sombras de todos los costados de Occidente.
Los sunnitas radicalizados, los fanáticos humillados de Irak y de Siria, estados de fronteras artificiales, reaccionaban a la absurda consecuencia de la invasión americano-británica en Irak. Con el poder de regalo para un chiita (que se reportaba a Irán), en unión con los sunnitas que reprimían en Siria Los Assad, durante 40 años.
Mientras declinaban abruptamente las primaveras árabes, la proverbial incapacidad de la dupla Obama-Clinton coincidía con la inmolación del territorio de Siria. Junto a la imposibilidad de derrocarlo a Bashar Al Assad. Apoyado, hasta la muerte del último de sus soldados, por Irán.
Para Estados Unidos, Irán no era ya el Estado maldito (el que en un momento Kirchner y Nisman creyeron que era).
Pero decir Irán implicaba decir Rusia. Y nunca Rusia iba a permitir la caída de Bashar. Junto con China, Rusia se encargaba de bloquear cualquier iniciativa contra Bashar en el Consejo de Seguridad.
Un laberinto de cadáveres. Agravado por Bush junior y sus dos acompañantes penosos que se fotografiaron en Las Azores. Blair y Aznar. Y agravado por las vacilaciones equivocadas de Obama en política exterior, precisamente mal aconsejado por Hillary. Era explicable: la sociedad norteamericana ya no aceptara los regresos en ataúdes, envueltos en banderas.
En este contexto, la relación privilegiada que Trump mantiene con Vladimir Putin, lejos de ser un peligro, puede facilitar el acuerdo en Medio Oriente. El arreglo que con Hillary nunca va a ocurrir. Un alto al fuego en Siria bastante próximo a la paz. Para acabar también con los bombardeos cruzados. Las cuantiosas víctimas del fuego amigo.
Pero debe aceptarse también que el eventual entendimiento entre Trump y Putin, para los europeos, es temible. Putin, en efecto, los desorienta. Ucrania atenta.
Cuesta hacerse cargo de los refugiados. Perfectamente cínicos, los europeos discuten a los refugiados “por cuotas”. Quieren evitar la formación de junglas como la de Calais. Fue un forúnculo para Francia y el Reino Unido.
Quien escribe supo invocar el sistema de Naciones Unidas. Los logros inapelables del multilateralismo. El concepto de derechos humanos, de tolerancia, o la instalación de la cultura de la paz. Formas de la solidaridad que nada tenían que ver con la limosna. Fue en vano.
Para desdicha de Lula, de Correa y hasta de La Doctora, los países gravitantes del Norte giran hacia la derecha.
Al populismo de distinto signo. De ningún modo alude al liberalismo. Al libre mercado que nos explican en FIEL, o nos ilustran Espert y Milei. La peste de los proteccionismos amenaza con enclaustrar a las sociedades.
Juego de causas y efectos que se percibe en Francia, con Marine Le Pen apenas ideológicamente atenuada por Nicolás Sarkozy; por el triunfo del Brexit en Inglaterra, por el crecimiento de la intolerancia hasta en la riquísima Noruega, país de mayor índice de lectura. Ni hablar de Alemania, donde comparativamente la señora Merkel podría ser considerada una social demócrata.
En la práctica, se impone la intolerancia, la xenofobia, el desprecio al inmigrante que no sea necesariamente refugiado. Persisten multitudes de desgraciados que se quedaron sin Estado. Protectores de nada.
“Méjico nos envía lo peor que tiene”. Ofensiva verdad de Trump. Ningún mejicano profesional va a arriesgarse a la travesura desde El Paso.
Pero no son los peores los eritreos, los sirios, los afganos. Expulsados, pero nadie puede negarles la capacidad de iniciativa, base del capitalismo. El deseo de progresar. Instiga a familias enteras a embarcarse en barcazas explotadas por rufianes que les cobran por cabeza y no vacilan, ante una patrulla, en arrojarlos al mar.
Por lo tanto, las fobias precarias de Trump no asombran a nadie. Al contrario, por su atractivo mediático las extravagancias divierten. La compulsión de lo políticamente correcto lo presenta como diablo.
Las sociedades tampoco ya se horrorizan por los devaneos sexuales del semejante. Las acusaciones recíprocas sobre la sexualidad, que Hillary y Donald se dispensaron en los debates, instalan un terrible registro: que la máxima potencia militar y nuclear está culturalmente en franca declinación.
Los adelantos científicos y técnicos coincidieron con el auge de la ignorancia y la triste brutalidad.
Es cierto que con Trump peligran los tratados comerciales con Canadá y México, las ayudas militares a canilla libre.
Que el destino mediato de Estados Unidos oscila entre la mediocridad de lo que cansa (Hillary) y la aventura de lo desconocido (Donald).
Con Donald, cada ciudadano americano es el Marco Polo del Siglo 21.
Para terminar, se recurre a la pasión por la astrología china.
Estados Unidos ya tuvo dos presidentes -Bill Clinton y George Bush (h)- que son Perros de Fuego. Ambos son nacidos en 1946.
Donald Trump es también Perro de Fuego, de 1946.
Si gana Donald será el Tercer Presidente Perro. De Fuego.
Atarse los cinturones.
(*) Contenidos e imágenes publicados en JorgeAsisDigital.com