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Por Claudio Fantini. ¿Acabó el proceso de paz en Colombia? ¿Quiénes son los miembros de FARC que retomaron la lucha armada? ¿Por qué se llegó a semejante situación? A la primera pregunta, hay que responder “no”. De todos modos, la ruptura con el acuerdo de paz es grave porque uno de los comandantes que retoma la acción armada es Iván Márquez, ex número dos de la guerrilla que encabezó la negociación de paz con el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos.
También es grave que retome la lucha armada el comandante Hernán Darío Velázquez, alias “el Paisa”, quien dirigió uno de los bloques más brutales y sanguinarios de la guerrilla.
En cambio, la deserción de Jesús Santrich (en realidad, Seuxis Paucias Hernández) se daba por descontada porque la continuidad de sus negocios con el narcotráfico, tras los acuerdos de paz, lo sacaba de la Justicia Transicional y lo ponía en manos de jueces comunes, por lo que tenía por destino la cárcel y, probablemente, la extradición a Estados Unidos.
La situación de Santrich, que pone en evidencia la persistencia de vínculos con los narcos, es una de las causas. Otra causa es la del régimen venezolano.
Durante el proceso de desmovilización, entregaron sus armas. Pero, ahora, “el Paisa” y quienes los acompañaban lucieron modernos AK-47 y otros poderosos fusiles de asalto. Es una señal porque el narcotráfico o el régimen venezolano pudieron proveérselos. Incluso es posible (o casi seguro) que al anuncio del reinicio de la acción insurgente lo hicieron desde territorio venezolano.
Pero también el presidente Iván Duque y su mentor, el ex presidente Álvaro Uribe, tienen su cuota de responsabilidad en lo ocurrido. Uribe saboteó desde un primer momento el proceso negociador y su discípulo, si bien no clausuró las instituciones de la reinserción, le dio la espalda al proceso y lo abandonó a su propia suerte.
Otro factor a tener en cuenta es la cantidad de asesinatos de ex guerrilleros cometidos desde que se produjo la desmovilización. La inacción del gobierno frente a esa ola de crímenes justifica el discurso rupturista que evoca a los miles de asesinatos cometidos por sicarios al servicio de los ultraconservadores y del paramilitarismo que, en la década de 1980, hizo fracasar el proceso de paz impulsado por el entonces presidente Belisario Betancur.
Entre los miles de ex insurgentes asesinados, estaba el grueso de la cúpula de Unión Patriótica (el partido formado por los bloques rebeldes desmovilizados), incluidos sus candidatos a presidente y a vicepresidente, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo.
La «nueva» FARC tendría unos 1.800 combatientes, pero el número podría crecer en alianza con otros grupos y con el apoyo del narcotráfico.
Por ahora, serían alrededor de 1.800 los insurgentes en pie de guerra. Pero, si está de por medio el narcotráfico y su inmensa capacidad de financiación, es probable que pronto ese número crezca y que la FARC reincidente teja alianzas con el ELN y otros grupos pequeños, pero activos.