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Por Juan Turello. El gasto de las familias, ante una inflación que no da tregua, y la incertidumbre en las empresas, caracterizan el actual momento económico, señala mi nota en La Voz.
Los tenedores de pesos colman las plazas turísticas durante los fines de semana largos; no dejan espacios vacíos en las tribunas ni en los espectáculos artísticos.
¿Cómo se entienden esos fenómenos si los salarios privados pierden frente a la suba de precios?
Los especialistas en consumo señalan que hay dos factores clave: uno es la necesidad de gastar los pesos antes de que la inflación minimice el poder de compra; el otro está vinculado con la necesidad del disfrute pospandemia y el sentido de pertenencia expresado en las tribunas.
Por supuesto, también está el gasto del 10 por ciento de la población, con ingresos elevados.
Los salarios se incrementaron 5,5% en julio, con una suba interanual de 68,7%, mientras que la inflación fue de 7,4% y 71% interanual, según datos oficiales.
Salvo el sector público, que tuvo un aumento promedio de 72,6%, los asalariados perdieron frente a los precios (71%); en especial, los informales, cuyos ingresos sólo se incrementaron 58%.
¿Cómo se corrige ese desfase? La economista Virginia Giordano (IDESA) advierte que “intentar compensar la inflación con mayores aumentos de ingresos, solo servirá para acelerar el incremento de los precios”.
Tampoco es válida la receta de “reprimir la inflación, para que los salarios le ganen a la inflación, con atraso cambiario, congelamiento de tarifas, controles de precios y contracción monetaria con aumento de la deuda pública”, agrega.
La economista señala que para bajar la inflación es clave el ordenamiento del sector público.
Los precios subirán este año 100,3%, según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central. Debido al año electoral, el REM prevé 90,5% para 2023, muy por encima del Presupuesto de Sergio Massa, que proyecta apenas 60%.
El Banco Central subiría las tasas la semana próxima, tras el pronóstico lanzado por consultoras, bancos y economistas.
La suba de tasas “secaría” aún más la plaza, y el consumo (gasto de las familias) seguiría cayendo, más allá de los fines de semana largos y el boom de los espectáculos.
En el tercer trimestre, la actividad habría caído 0,4% en términos desestacionalizados con respecto al segundo trimestre, calculó el IERAL de Fundación Mediterránea.
Estos datos exasperan al kirchnerismo, que pretende un bono generalizado para mejorar los salarios y una ayuda de 49.500 pesos a quienes no reciben planes sociales.
El economista Ricardo Arriazu se declaró “pesimista” en Córdoba sobre el dilema que enfrenta el Gobierno, sobre mantener la ortodoxia o volver al “plan platita”. Según ese análisis, Massa cedería ante las huestes de Cristina Kirchner.
El precandidato radical a la presidencia Gerardo Morales contó en Córdoba una anécdota interesante.
Dijo que un empresario le reveló que todos los días, antes de leer el diario, repasaba el Boletín Oficial, para saber qué ley o norma había cambiado el Gobierno.
La realidad le dio la razón: en horas, el Gobierno cambió el régimen de importaciones.
Cada sector exportador intenta tener su propio dólar, para que la actividad sea rentable. Se reclama un “dólar malbec”, un “dólar limón” y hasta un “dólar maní”.
Luis Macario, quien desde el 31 de octubre presidirá la Unión Industrial de Córdoba (UIC), sostuvo que “algo no está funcionando bien”, ante los pedidos de un dólar para cada actividad.
El Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano, que dirige Víctor Beker, propuso “un tipo de cambio diferencial para las exportaciones de bienes y servicios que no integran la canasta de consumo”.
El proyecto implica un primer paso hacia un desdoblamiento cambiario, que permitiría legalizar el mercado blue, cuestión que rechaza el Gobierno por temor a una disparada inflacionaria.
El problema es que el plan “vamos viendo” hasta las elecciones ya no tolera más parches. Un año es demasiado tiempo para mantener los desajustes que existen hoy en la economía.