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Por Claudio Fantini. Grecia lleva tiempo perdida en un laberinto que se parece al del minotauro. En ese deambular, los protagonistas suelen cambiar de dirección con giros copernicanos. Un giro de ese tipo obliga a una segunda lectura del referéndum en el que se impuso abrumadoramente «Oxi» («No»). Veamos.
El mensaje de las urnas es, sin dudas, un duro cuestionamiento a la ortodoxia de la Troika (el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea), con el aval de Alemania, frente a la crisis en la franja más débil de la eurozona.
Hasta aquí, los ajustes que impone han sido eficaces para reducir el déficit, pero inútiles para generar reactivación y crecimiento. Recién pareció entenderlo la cúpula del FMI cuando los griegos marchaban hacia las urnas. Por eso, hizo retoques que podrían ser significativos a su última y letal imposición, finalmente repudiada en las urnas griegas.
Pero lo más curioso es que el triunfo contundente de Alexis Tsipras lleva oculta una derrota. Al fin de cuentas, cuando la coalición de izquierda radical Syriza era oposición y atacaba los ajustes que aplicaba el gobierno que encabezaba el conservador Antonis Zaramas e incluía al socialdemócrata PASOK y a DIMAR (un desprendimiento de Syriza), Tsipras reclamaba la salida de la eurozona y abandonar el euro, resucitando la antigua moneda griega: el dracma.
Al haber abandonado Tsipras su amenaza de dejar la moneda única europea, implica una derrota dentro de su victoria.
Con esa amenaza estuvieron negociando Tsipras y su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, con la Troika y la inflexible Alemania. Pero en la antesala de las urnas, fue la Unión Europea la que señaló que votar el “NO” era optar por la salida de la eurozona y la vuelta al dracma.
Fue entonces cuando Tsipras dio una voltereta en su discurso y se concentró en explicar a los griegos que, en modo alguno, el “No” implicaba salir del euro y que, al día siguiente del referéndum, Grecia podría negociar mejor su permanencia en la eurozona.
Antes que diera ese giro en su discurso, las encuestas le vaticinaban un resultado adverso. Finalmente, lo que logró es que el “No” apareciera como europeísta y que el “SI” sonara a antipatria.
Es por eso que al haber abandonado Tsipras su amenaza de dejar la moneda única europea, implica una derrota dentro de su victoria.
Es por eso que, en el medio de los festejos, el primer ministro griego le mostró a la Unión Europea -a modo de bandera blanca- la renuncia de Yanis Varoufakis.