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Por Juan Turello. La reforma tributaria que anunció Nicolás Dujovne incluye buenas y malas noticias. Con seguridad, el proyecto sufrirá cambios en el Congreso por la presión sectorial y de los legisladores de las provincias afectadas por la mayor presión fiscal. Los bloques que responden a Mauricio Macri no tienen mayoría para imponer la posición oficial, señala mi nota en La Voz.
La iniciativa tiene un pecado de temporalidad importante. Los mayores impuestos al consumo y a la renta financiera se aplicarán de inmediato, mientras que la reducción de las contribuciones patronales y la menor carga de Ganancias por reinversión de utilidades se terminarán de aplicar en el mediano plazo. En algunos casos, en 2023, cuando esté finalizando otro mandato presidencial. Veamos.
La clase media no va al paraíso… terrenal. La suba en los impuestos internos en cervezas, vinos, espumantes, bebidas alcohólicas y gaseosas azucaradas impactará en el consumo.
También en la actividad económica. Hay desarrollos vitivinícolas en Colonia Caroya y en la zona de Calamuchita. Dos de las principales embotelladoras de gaseosas del país están radicadas en Córdoba.
Las provincias de Tierra del Fuego (perdería casi 10 mil empleos directos y unos 16 mil indirectos) y las que integran Cuyo y el norte están en pie de guerra. La eliminación o los aumentos de las alícuotas en impuestos internos les pegarán en forma directa.
La industria vitivinícola embotella 2.500 marcas entre vinos y espumantes, con unos 250 mil empleos directos e indirectos. “Los productos que ingresan desde el exterior tienen arancel cero (por informáticos y electrónicos), mientras que la industria local pagará 17% en promedio”, comenta Sergio Villanueva, gerente de la Unión Vitivinícola Argentina.
“Es insólito; el vino pasó de ser un producto nacional promocionado a un elemento perjudicial para la salud”, señala y advierte sobre “el poderoso lobby” de los fabricantes de gaseosas, que los habría perjudicado con el nuevo gravamen. Antes, el vino y los espumantes tenían alícuota cero; ahora, pagarán 17 por ciento.
Un razonamiento similar exhiben las autoridades tucumanas, ya molestas por la ordenanza antiazúcar de Ramón Mestre.
La respuesta del jefe de Gabinete, Marcos Peña (“ningún sector productivo se verá perjudicado”), es inconsistente, aunque aceptó dialogar sobre los cambios.
Los autos y motos de gama media, excluidas del tributo en el proyecto de Dujovne, prácticamente no se fabrican en el país. Pese a la baja del impuesto, las automotrices subirán los precios. Afirman que estaban “deprimidos” para evitar la incidencia del tributo.
El impuesto a la renta financiera restará 5% a los ahorros en pesos y 15% a los en dólares. Suena justo, pero son menos ingresos para las familias.
El consumo de las familias es el que más sufrirá el impacto de los aumentos de impuestos (bebidas, autos, renta financiera) y de tarifas (naftas, luz, transporte, gas)
La reducción de las cargas patronales comenzará en 2018 con un mínimo no imponible de 2.400 pesos por trabajador. El monto llegará a 12 mil pesos en años sucesivos, pero al mismo tiempo subirán las contribuciones.
La gradualidad –que también se aplicará en la reducción de Ganancias por reinversión de utilidades- intenta evitar un mayor déficit fiscal, que acentuaría el endeudamiento.
“Lo más destacable del proyecto es que genera un escenario de previsibilidad, aunque no hubo un avance de fondo y sólo cambios en alícuotas”, dijo un tributarista a este sitio.
La reforma tributaria y el tarifazo en los servicios (naftas, 11%; boleto urbano, 22,5%; luz, 13%; y los próximos aumentos en el gas (¿40%?), en la electricidad mayorista y en el agua, les quitarán poder de compra a asalariados y jubilados.
Las promesas de empleos de mayor calidad, mayores inversiones y un Estado más eficiente y desburocratizado serán parte de los deseos colgados en el arbolito de Navidad.