Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. El profesional de ciencias económicas regresaba de un congreso en Santa Rosa de La Pampa. En el camino, le llamó la atención la gran cantidad de cosechadoras, tractores y otros vehículos parados en los campos. El panorama era similar en el sur de Córdoba. La parada obligada en una estación de servicio resolvió la incógnita: no había suficiente gasoil para el movimiento de la maquinaria.
La inflación provoca un desorden macroeconómico y social. Frente a este desafío, la administración de Alberto Fernández apeló a las canastas de precios sugeridos agudizó la «guerra» interna, señala mi nota en La Voz.
Con la falta y el racionamiento del producto apareció el gasoil blue, que -al igual que el dólar blue– se vende por encima del precio oficial a más de 150 pesos el litro, que es más caro que la nafta premium.
El gasoil es apenas la punta del último iceberg que esconde los graves problemas que plantea el desorden en los precios.
La Bolsa de Cereales de Córdoba le puso números a este drama: la provincia necesita 240 millones de litros entre la recolección y el transporte de 32 millones de toneladas de maíz, soja, maní y sorgo, que se levantarán en 6,6 millones de hectáreas.
El valor bruto de esa producción es de unos 13 mil millones de dólares, que servirán para fortalecer las reservas del Banco Central y volver a mover la rueda en el campo, en la agroindustria y en cientos de actividades, que luego impactan en las grandes ciudades.
El próximo miércoles se conocerá el dato de la inflación de marzo, que superaría el seis por ciento; algunos economistas prevén que los alimentos estarán cerca del 10%.
Las únicas armas usadas en “la guerra contra la inflación”, como declaró Alberto Fernández, son, por ahora, más canastas con valores sugeridos.
Los anuncios de +Precios Cuidados, Cortes Cuidados y la canasta de verduras y frutas, entre otros, son gestos voluntaristas para enfrentar una realidad en que la sociedad huye del peso y se decide a gastarlo rápidamente.
En el interior, esos productos son casi inhallables en supermercados y almacenes.
El peso ya no sirve como reserva de valor ni de unidad de cuenta. Los precios de los autos, de las viviendas y en algunos casos de los alquileres se referencian en dólares.
Otra muestra de la descoordinación de las políticas es que Trabajo convocó a una veintena de sectores a nuevas paritarias o a reanudar las que no vencieron.
El objetivo de que “los salarios le ganen a la inflación” -plausible para alentar el consumo- sólo servirá en este contexto para aumentar los costos de los bienes y servicios, que volverán a registrar una suba en los precios y a recalentar la rueda de la inflación.
Todos se sienten con autoridad para cuestionar a Martín Guzmán, quien aún no pudo lograr que los organismos de control -ENREy ENARGAS- convoquen a sendas audiencias para actualizar los precios de la electricidad y del gas.
Las críticas provinieron de Máximo Kirchner, de Axel Kicillof y hasta de un subordinado del ministro, Roberto Feletti, quien admitió: “Ni estas canastas ni yo hacemos milagros”, por lo que, sin políticas, “esto se puede poner feo”, lanzó.
Se están peleando en la cubierta del Titanic, sin atender la avería que sufre el casco del barco.
Ninguno habló de coordinar las políticas monetaria (emisión), cambiaria (dólar) y fiscal (impuestos) para atacar las causas profundas del descalabro.
La sugerencia recurrente de más impuestos, más controles y más retenciones no dieron resultados en el pasado.
Se están peleando en la cubierta del Titanic, sin atender la avería que sufre el casco del barco.