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Por Claudio Fantini. Jujuy es una provincia pequeña, pero la señal que emitió es grande. El triunfo de la lista oficialista y la debacle kirchnerista en las elecciones legislativas deben ser leídos con atención por Alberto Fernández y, sobre todo, por la vicepresidenta Cristina Kirchner, pero también por el PRO y, en particular, por Mauricio Macri.
En ese Estado norteño, Cristina Kirchner alentó un experimento social particularmente intenso: la organización Tupac Amaru, que creció a partir de la construcción de viviendas populares y llegó a tener tanto o más poder que el Gobierno provincial.
Su líder, Milagro Sala, imponía su voluntad amedrentando con agresividad a los mandatarios peronistas locales y a quienes la enfrentaran o intentaran limitar su poder.
El gobernador radical Gerardo Morales se hizo fuerte enfrentando a Milagro Sala y poniendo fin al poderío y a la violencia política de Tupac Amaru.
El aluvión de votos que recibió el domingo último la coalición encabezada por el radicalismo se debe, en gran medida, a que el gobernador se atrevió a enfrentar al agresivo gobierno paralelo alentado por Cristina Kirchner y sus seguidores.
Las urnas de Jujuy dieron una señal contundente contra el ideologismo kirchnerista que levanta las banderas de la lucha de clases y apuesta a la confrontación total.
Pero también fue una señal de vida del partido radical y un mensaje a Mauricio Macri: que se baje del escenario político, porque su presencia resta competitividad a la coalición opositora a nivel nacional.
La victoria radical en Jujuy, que arrasó al kirchnerismo, exhibió sobre el podio triunfal, junto al gobernador Morales, a la carta fuerte que está jugando la UCR, al Las urnas de Jujuy dieron una señal contundente contra el ideologismo kirchnerista que levanta las banderas de la lucha de clases y apuesta a la confrontación total.
Pero también fue una señal de vida del partido radical y un mensaje a Mauricio Macri: que se baje del escenario político, porque su presencia resta competitividad a la coalición opositora a nivel nacional.
La victoria radical en Jujuy, que arrasó al kirchnerismo, exhibió sobre el podio triunfal, junto al gobernador Morales, a la carta fuerte que está jugando la UCR: al neurocientífico Facundo Manes, y a otro dirigente radical de los que expresan un recambio, Martín Lousteau.
El mensaje también es para Elisa Carrió, cuyas sobreactuaciones y poses constituyen un flanco débil de la coalición opositora.
También para el PRO, partido en el que Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal están intentando desplazar a Macri y al macrismo duro de la conducción y de las listas para la próxima elección legislativa.
El mensaje al PRO es que supere pronto y de manera inteligente sus disputas internas por las listas, porque el espectáculo que están dando empieza a resultar indecoroso.
El hecho es que Jujuy podría estar reafirmando que la gran novedad de la política argentina es que la UCR parece ponerse de pie y reclamar protagonismo en una alianza en que ocupó el lugar de segundón destratado.
La recuperación de energía que está mostrando la UCR no implica que desbancará al PRO en la candidatura presidencial de 2023.
Si Macri acepta correrse del escenario, el partido que creó el ex presidente tendrá figuras altamente competitivas para encabezar la lista de la coalición opositora. La más competitiva es Rodríguez Larreta.