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Por Claudio Fantini. No sólo los embajadores argentinos en Bolivia y en Chile cometieron estropicios diplomáticos. También el embajador alemán en la Argentina tuvo un pronunciamiento inapropiado para la función que ejerce. Ulrich Sante se sintió ofendido porque el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, no acudió a su encuentro en su primera recorrida por la provincia de Buenos Aires. Cómo sucedió.
El diplomático consideró injustificable que la máxima autoridad de ese territorio, donde se hallan establecidas grandes compañías alemanas, ignorara su presencia. Y tiene en gran medida razón.
Kicillof estuvo mal en su destrato a Ulrich Sante, pero eso no quiere decir que la reacción del embajador alemán haya sido correcta y apropiada. No lo fue.
El gobernador cometió un grave error dada la importancia de las empresas alemanas radicadas en Buenos Aires y su impacto en las economías provincial y nacional.
Además, hay que considerar la envergadura de la economía alemana, la tercera en importancia en el mundo, lo inteligente y responsable es que el gobernador bonaerense no ahorre gestos que fortalezcan la relación con Berlín.
Kicillof no tuvo ni la inteligencia ni la responsabilidad de hacer un tiempo en su agenda, en buena medida absorbida por la política interna, para tener un encuentro con el embajador.
Por su función, Ulrich Sante debió contener su enfado o canalizarlo de manera diplomática.
En lugar de eso, lo que hizo fue tuitear una crítica al gobernador, o sea, manifestar su indignación, con un cuestionamiento -de manera abierta y directa- al mandatario de la provincia más influyente del país.
Ulrich Sante señaló descortesía, desinterés, desorganización o “todo junto” por parte de Kicillof, lo que implica haber traspasado un límite de su función.
En lugar de esa crítica pública, abierta y directa, pudo haber dicho, por ejemplo, “esperábamos ver al gobernador y conversar personalmente sobre las relaciones entre su provincia y Alemania”.
Señalar una expectativa incumplida habría sido más diplomático y su mensaje hubiera llegado igual.
Publicar su enojo criticando al gobernador exhibe que el embajador alemán se arroga el derecho de cuestionar públicamente a los gobernantes del país en el que cumple funciones diplomáticas.
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