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Por Claudio Fantini. El informe La reacción conservadora generó rechazos comprensibles porque incluir una lista de nombres con datos personales y de vínculos, con una inocultable impronta autoritaria. Toda forma de marcar personas para hacerlas blanco de repudio o de descalificación es una señal de intolerancia deleznable. De qué se trata el informe y qué significa ser conservador.
Posiciones políticas que décadas atrás se identificaban como de “izquierda”, ahora pasaron a definirse como “progresistas”.
La contracara del “progresismo” es el “conservadurismo”, sin embargo, esos mismos grupos -entre los cuales está el kirchnerismo- definieron a sus contracara ideológica como “derechismo”.
En la vereda de enfrente, “el enemigo” no era identificado como “conservador”, sino como “de derecha”.
Norberto Bobbio, en su libro Derecha e Izquierda, define a estos conceptos en la posición que tienen respecto a la igualdad. La izquierda es igualitarista ; la derecha, la justifica.
Ser una persona conservadora o progresista son definiciones que también están vinculadas con la disyuntiva equidad-inequidad.
Esos términos definen la forma de concebir los roles en la familia, la sexualidad y las libertades individuales.
El progresismo resta gravitación a las tradiciones y a la religión, mientras que el conservadurismo se aferra a esas influencias al sostener posiciones más rígidas en cuestiones en que el progresismo reclama flexibilidad.
En los últimos siglos, tras lograr grandes conquistas como el derecho al divorcio y a la educación secular, el progresismo hizo aportes inmensos a la lucha contra el racismo, a la revolución feminista y a la diversidad sexual, además de seguir peleando por causas como la legalización de la eutanasia.
Por contrapartida, los conservadores defienden el statu quo en esos temas.
No todas las izquierdas son progresistas ni el conservadurismo es una exclusividad de las derechas.
La homofobia, la misoginia, la censura, la pena de muerte, la ausencia de garantías para presos y disidentes, entre otros rasgos, han caracterizado a regímenes como el castrista, el maoísta, el soviético, el camboyano y el vietnamita, entre otros de matriz marxista-leninista.
En Cuba, el régimen persiguió y marginó la homosexualidad hasta tiempos recientes.
Pedro Castillo, el candidato del partido marxista Perú Libre, que ganó la elección presidencial, está en contra del aborto, de la eutanasia y del matrimonio igualitario.
En Argentina, Cristina Fernández y Néstor Kirchner, que lograron adueñarse del rótulo “progresista”, no habían mostrado apertura a la diversidad sexual y se habían opuesto al aborto y al matrimonio igualitario hasta que las encuestas les mostraron que esas posiciones tenían el apoyo de la mayoría.
Cuando Vilma Ibarra, como diputada del kirchnerismo, presentó su proyecto de ley para legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, sus jefes en el Congreso le hicieron saber que debía olvidarse de semejante iniciativa porque Néstor y Cristina se oponían, del mismo modo que rechazaban la interrupción voluntaria del embarazo.
La ahora Secretaria Legal y Técnica de la Presidencia relató las presiones que recibió para que abandonara el proyecto y la soledad en que quedó al decidir seguir adelante.
El término conservador sirve también para describir a varios de los líderes que se han convertido en ídolos del kirchnerismo.
Por ejemplo, Vladimir Putin, quien además de impulsar propaganda anti-homosexualidad, impuso a los rusos una Constitución que impide el matrimonio igualitario y devuelve a la Iglesia Ortodoxa una gravitación social similar a la que tuvo en el tiempo de los zares.
El régimen teocrático de Irán, cuya proyección a Latinoamérica promovió personalmente Hugo Chávez, es “ultraconservador” hasta niveles criminales. De qué otro modo calificar un sistema como el que aplica la sharia, cuya interpretación implica, por ejemplo, ejecutar en la horca a los homosexuales.
Sin embargo, dirigentes kirchneristas que se describen a sí mismos como “progresistas”, han actuado como propagandistas y representantes de ese régimen medieval.
Un debate sobre el rótulo de progresista por parte de aliados de conservadores oscurantistas, aportaría claridad política en la niebla de usurpadores y malversadores de conceptos políticos.