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Por Claudio Fantini. El año se aproxima a su fin y muestra las consecuencias trágicas de los agujeros negros que hay en un mundo global interrelacionado. Un avión secuestrado en Libia y desviado a Malta recuerda que el país norafricano es una tierra de nadie, plagada de milicias tribales y de grupos armados ultraislamistas. Lo increíble es que haya líneas aéreas operando en un país cuyo Estado desapareció hace al menos cinco años.
Libia. Que decenas de milicias se dividan el control de la capital Trípoli, es una muestra de la disolución del Estado, aunque Fajez Serraj ostente el cargo de primer ministro. Al gobierno que preside lo reconocen potencias extranjeras, pero no lo reconoce la realidad libia.
La realidad es que a Sirte la gobernó el Estado Islámico (ISIS, según sus siglas en inglés) hasta hace un puñado de días y que las otras ciudades grandes, como Bengazi, Tobruk y Misrata, son campos de batalla entre tribus beduinas y milicias salafistas.
La eterna rivalidad regional entre Tripolitania, donde se basaba el poder de Muhamar Khadafy, y Cirenaica, eje de la monarquía que presidió el rey Idris tras el fin del dominio italiano, fue reemplazada por una atomización atroz en el marco de la cual desapareció el Estado y el mapa libio se volvió virtual.
Libia podría estar condenada a largas décadas de anarquía, como ocurre en Somalia desde la caída en 1991 de Mohamed Siad Barre, jefe del último gobierno que rigió en todo el territorio.
Siria. Rusia e Irán están dando muestras de que pueden recomponer el poder de Bashar al Asad en Siria, pero el asesinato del embajador ruso en Ankara muestra que Turquía, nada menos que Turquía, podría estar avanzando hacia el Estado fallido.
Que un agente especial, destinado a la protección de uno de los cuadros diplomáticos más importantes en el país, lo que supone que ha sido chequeado por los aparatos de inteligencia y los cuerpos de seguridad antes de asumir semejante función, haya sido quien acribilló a balazos al embajador ruso, prueba que el estado turco no puede garantizar la seguridad a nadie.
Mientras Erdogán intenta la “sultanización” de lo que fue el corazón del vasto Imperio otomano, el Estado que preside está siendo carcomido desde adentro por intrigas y conspiraciones.
Europa. La Unión Europea también llega a fin de año a la sombra de la barbarie exterminadora. La masacre provocada por un camión lanzado sobre una feria navideña en Berlín, es otra muestra de que las reuniones públicas se irán espaciando hasta extinguirse. No habrá festivales ni ferias al aire libre porque cualquier multitud puede ser blanco de un bólido gigantesco, un coche bomba o una lluvia de balas.
El objetivo del terrorismo es que los europeos vayan perdiendo la libertad y la costumbre de reunirse a celebrar en calles, plazas y paseos públicos.
La era de oscuridad que avanza sobre Europa impone un hombre recluido y con poca libertad de movimiento. Por eso, el otro objetivo del terrorismo ultraislamista es que también empiece a contraerse el Estado de Derecho y que las garantías constitucionales se vayan diluyendo hasta que, junto a la libertad de movimiento, los europeos pierdan los derechos esenciales del constitucionalismo liberal.
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