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Por Claudio Fantini. La tarjeta de racionamiento llegó a Venezuela. Es la señal más patética del fracaso económico. Cuando apareció en la Unión Soviética y en los países del Pacto de Varsovia, se la suponía una medida de emergencia que desaparecería con el desarrollo de la producción socialista.
Por cierto, no desapareció.
Tampoco en Cuba, donde forma parte del paisaje social desde hace medio siglo. Pero Fidel Castro podía (y puede), por lo menos, echarle la culpa al embargo norteamericano, igual que lo hacía con el resto de las limitaciones económicas y demás problemas.
Venezuela, en cambio, tiene a Estados Unidos como principal comprador de su petróleo. En Venezuela, donde ni siquiera se llegó a la colectivización total que sí aplicaron los cubanos en sus décadas de fervor dogmático, no hay otra forma de mostrar la tarjeta de racionamiento, sino como un fracaso productivo del “socialismo del siglo 21”.
El papel higiénico no es lo único que desapareció de las góndolas y almacenes. Ya son muchos los productos que escasean. Y si bien Venezuela siempre importó el grueso de los alimentos y demás productos de consumo por contar con una abultada billetera de petrodólares, es difícil de explicar que, además de no haber desarrollado industrias que permitan sustituir importaciones, ya tenga incluso limitaciones para importar, aun siendo una potencia petrolera.
Otro síntoma de la deriva inquietante en la que se encuentra un gobierno que nació con sospechas de fraude y que conduce un hombre, Nicolás Maduro, que acumula expresiones delirantes y señales de voluntad autoritaria.
Su imagen empezó a debilitarse cuando afirmaba desde Cuba que Chávez estaba bien, lúcido y dando todas las indicaciones y órdenes que ejecutaba el gobierno. Se debilitó más cuando la sociedad y el mundo lo observaron, perplejos, contando que Chávez, ya muerto, se le apareció en forma de pajarito y bendijo su candidatura.
Su último desvarío señala que la oposición conspira con enemigos externos para envenenarlo. En realidad, nada le conviene más a los antichavistas que la presidencia errática que está haciendo Maduro, el hombre que quiere armar a dos millones de obreros como milicias populares, en un país que casi no tiene obreros.