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  • Los absurdos equilibrios de Alberto Fernández

    Publicado: 29/06/2020 // Comentarios: 0

    Por Claudio Fantini. En una de sus peripecias de equilibrista para conformar a todos, Alberto Fernández puso en el mismo estante a Hugo Chávez y a Rafael Correa con los ex presidentes chilenos Ricardo Lagos y Michelle Bachelet y a los ex presidentes uruguayos Tabaré Vázquez y José “Pepe” Mujica. La mezcla de socialdemócratas institucionalistas con líderes del populismo autoritario, incluyó otras figuras. Repasemos.

    Alberto Fernández con Mauricio Claver, el candidato de Trump al BID que el presidente argentino decidió no apoyar | Foto: infobae.com

    Alcanza con los mencionados para vislumbrar el absurdo al que lo conducen los equilibrios que busca el Presidente, obligado por las complejas alianzas que lo llevaron al Gobierno.

    La verdad es que Lagos y Bachelet no tienen absolutamente nada que ver con Chávez ni con quienes, aún gobernando de manera distinta a la del líder bolivariano, se presentan como chavistas. Tampoco se puede poner en el mismo estante a Mujica y a Vázquez.

    Para entender el dilema que Alberto Fernández intenta resolver zigzagueando entre un moderado pragmatismo y el populismo kirchnerista, es útil mirar casos en los que la Presidencia es ejercida por una persona en representación de otra, que es la verdadera dueña del poder, en nuestro caso, Cristina Kirchner.

    En Myanmar, Hytin Kiaw ocupa la Presidencia en nombre de Aung San Suu Kyi, que es la dueña de los votos que impusieron el actual gobierno. La diferencia con el caso argentino es que en la antigua Birmania no hay dilemas, por dos razones.

    Una, la totalidad de los votos son de la mujer que lideró la disidencia y logró poner fin a la Junta Militar. Dos, la situación está blanqueada porque desde la campaña electoral se dejó en claro que ella gobernaría sin detentar la Presidencia, ya que una ley de la dictadura le impide asumir ese cargo.

    Fernández llegó a la presidencia por decisión de Cristina Kirchner, pero a diferencia del aporte cero de Hytin Kiaw, él aportó a la victoria peronista una fracción de votantes, por lo menos el 15% de los sufragios. Y sin ese aporte, ganar era imposible.

    Cristina Kirchner es la socia mayoritaria y no parece dispuesta a asumirse como segunda en la estructura del poder.

    Cristina Kirchner es la socia mayoritaria y no parece dispuesta a asumirse como segunda en la estructura del poder. Eso explicaría el movimiento pendular del presidente entre el pragmatismo moderado y el kirchnerismo duro. Un zigzagueo incómodo para conformar a las distintas parcelas políticas que lo hicieron presidente.

    Donald Trump es un presidente muy controvertido, pero en medio de una difícil negociación por la deuda, la Argentina necesita el aval del Tesoro norteamericano para firmar acuerdos que parecen imposibles. No es el mejor momento para exteriorizar críticas al jefe de la Casa Blanca.

    Alberto Fernández lo sabe, por su larga experiencia como eficaz operador y hábil negociador, pero se siente obligado a gesticular para la tribuna ideologizada de la parcialidad peronista.

    Por la misma razón, tiene que decir que extraña a Chávez, a Evo Morales y a Rafael Correa, pagando el precio de incomodar a varios gobiernos sudamericanos. Posiblemente, los extrañe de verdad, pero el presidente sabe que éste no es el momento oportuno para manifestarlo. Por lo tanto, lo hace para agradar a una tribuna que le exige esos gestos y también para agradar a la jefa de ese sector.

    Para equilibrar la balanza dice extrañar también a Ricardo Lagos y Michel Bachelet, ex presidentes socialdemócratas de Chile que nada tienen que ver con el chavismo.

    Pareciera que, más que los hechos, importan las poses, de allí la sobreactuación de Alberto Fernández. 

    Alberto Fernández tampoco ignora la falla en la identificación que hizo con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Sabe que ese líder de izquierda hizo, en el inicio de la pandemia, exactamente lo contrario a lo que él hizo en la Argentina. AMLO negó gravedad al coronavirus; se resistió a las cuarentenas y saboteó el distanciamiento social hasta que la realidad lo corrigió.

    Sabe también que el presidente azteca terminó “pagando” el muro de Trump, porque aplicó al pie de la letra la exigencia de militarizar las fronteras para impedir el paso de inmigrantes desde México a Estados Unidos.

    Se ve que en la tribuna que aplaude esas sobreactuaciones no conocen el derrotero de López Obrador desde que llegó al poder.

    O que, más que los hechos, lo que importa son las poses.

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