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Por Rosa Bertino. Aunque todos las ceremonias tienden a parecerse, la diferencia de la entrega de los premios Emmy a la televisión estadounidense con nuestros Martín Fierro, es abismal. Y no sólo por el corte de los vestidos o el largo de las limusinas.
La edición número 65 tuvo lugar en el ya tradicional e imponente Nokia Theatre de Los Ángeles, retransmitida a unos 180 países. Con el correr de los años, la TV norteamericana ha ido acortando distancias con la pantalla grande y con los Oscar. Pero también han aunado producciones.
Una de las cadenas es responsable de la versión cinematográfica de la popularísima Juego de Tronos. Otra, produjo un filme candidato al Oscar, Detrás del candelabro, con Michael Douglas en el rol del pianista Liberace y Matt Damon, en el de su chofer, mucamo, asistente, representante y pareja.
La edición 2013 de la entrega de los premios Emmy demostró que los norteamericanos siguen siendo los dueños absolutos de la alfombra roja.
En realidad, la alfombra roja es un invento de las monarquías pero, a falta de las mismas, Hollywood desarrolló su propia realeza, el bien llamado star system. Pero el público actual se queda mucho en casa, disfrutando de su home theatre o conectado a Internet, razones por las cuales los Emmy tienen tantos invitados, tanta audiencia y tanto chisme.
No vale la pena reproducirlos porque la platea argentina todavía no está totalmente familiarizada con los envíos tan vanguardistas como Homeland o Breaking Bad, indicadores de la formidable apuesta de la industria norteamericana por hacer de la televisión un medio de calidad.
La primera tiene que ver con el alto espionaje y las estrategias bélicas; y la segunda, con los inescrutables derroteros de la ciencia y la tecnología. Las también premiadas House of Cards (Castillo de naipes) y Veep son una aguda radiografía de Washington y la fauna política.
El avance de Netflix se hizo palpable a través de éstas y otras estatuillas. Hoy, cualquiera puede descargar centenares de series a través de esa cuenta. Una forma de no estar condenados a la telenovela perpetua, sea Solamente Vos, Vecinos en Guerra o la exitosa Farsantes.
Por lo demás, las críticas de los cronistas se parecen bastante. Un comentarista de E! opinó que no importa lo que se diga, de los Emmy o los Oscar, «total el público es fundamentalmente amnésico». No se acuerda lo que paso el año anterior, ni le importa.
Los mejores momentos de la noche fueron el discurso de aceptación del recuperado Michael Douglas (68), quien lo dedicó a su no tan ex esposa Catherine Zeta-Jones y a su coequiper Matt Damon. Una vez más, el altísimo y graciosísimo Jim Parsons divirtió a la concurrencia al recibir otra estatuilla por su protagónico en The Big Bang Theory. El peor momento fue el homenaje a James Gandolfini, que consistió en sentidas palabras de los que trabajaron con él, aunque no mostraron ni una imagen del célebre ¡Tony Soprano! ●