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Por Claudio Fantini (Periodista, politólogo y docente de la UES 21). Son asesinatos con efecto multiplicador de la tragedia. Los talibanes batieron récords de estupor generalizado cuando mataron a trabajadores de la salud que vacunaban contra la poliomielitis en Pakistán.
El crimen de cada vacunador multiplicará su efecto expandiendo la enfermedad en el país centroasiático.
La prédica talibán afirma que las vacunas antipolio están hechas con sustancias extraídas del cerdo, animal considerado impuro en el islam y, por lo tanto, un elemento impuro en los cuerpos a los que se incorpora.
Al caer baleado el décimo de los vacunadores asesinados, la campaña se detuvo en el valle de Swat y las montañas de Khyber, junto a la frontera con Afganistán, donde ya en muchas aldeas los padres impedían a la gente de guardapolvo blanco introducir en el cuerpo de sus hijos la dosis de cerdo con que los satánicos occidentales procuran volver impuros a los niños musulmanes (en la foto, un niño afectado por la polio en Pakistán).
Sin dudas, uno de los crímenes más lunáticos y aberrantes de los que ha presenciado un mundo curado de espanto. Tanto por sus víctimas directas como por su efecto multiplicador de la tragedia: la acción de los talibanes paquistaníes evidencia la retrógrada brutalidad del terrorismo oscurantista.
No obstante, detrás de la tragedia está también la irresponsabilidad criminal de la CIA en su operación para capturar a Osama Bin Laden. Sucede que la guerra contra las vacunas emprendida por los ultraislamistas, es para evitar que los norteamericanos sigan localizando y matando a sus líderes. Al fin de cuentas, para encontrar al jefe de Al Qaeda, la CIA organizó una falsa campaña de vacunación. Mediante la obtención de ínfimas muestras de sangre de los vacunados, se realizó la búsqueda genética de familiares del jeque saudí, que habría permitido descubrir su escondite en la ciudad de Abodabad.
Los aparatos de inteligencia norteamericanos saben que encubrir una operación en una campaña de vacunación, convierte inexorablemente a ese tipo de actividad médica en blanco de la sospecha de los enemigos de Washington. Por eso la insólita y demencial guerra contra la vacunación en Pakistán, no sólo desnuda la criminalidad de quienes, para proteger a sus cabecillas, exponen a sus niños a la devastación de la poliomielitis; también la irresponsabilidad de la operación con que la CIA encontró la guarida de Bin Laden.