Por Claudio Fantini. ¿Podrá Mauricio Macri aparecer junto a María Eugenia Vidal y a Horacio Rodríguez Larreta en la campaña electoral para las elecciones de octubre? ¿Se los verá juntos en afiches, en actos y en spots televisivos? Mostrarse junto a la gobernadora de Buenos Aires y al jefe de Gobierno porteño, es algo que sólo sumaría al presidente en su muy complicada búsqueda de la reelección, pero no parece alcanzar a los dos dirigentes mejor valorados del PRO. ¿Por qué?
Es probable que ambos procuren eludir ese compromiso. En el entorno de la gobernadora bonaerense ya están pensando incluso en el posmacrismo.
“No puede haber desarrollo si hay grieta”, dijo ante empresarios María Eugenia Vidal.
No fue una frase suelta, sino un eje en su discurso. Por lo tanto, no puede ser leída sino como una crítica velada al presidente y a su jefe de Gabinete, Marcos Peña. Sucede que mantener vigente la fractura político-ideológica que provocó el kirchnerismo, fue la estrategia principal de Macri y de Peña.
Cristina Fernández, quien temía que Sergio Massa fuera el principal contendiente de su candidato Daniel Scioli en las presidenciales de 2015, le dio centralidad a Macri para posicionarlo en el lugar de principal desafiante. Creía que eso facilitaría el triunfo kirchnerista. Ahora, fue Macri quien hizo todo para darle centralidad a Cristina y posicionarla como principal alternativa.
A los dos les salió el disparo por la culata. Y en el caso de Macri, la evidencia de su debilidad frente al liderazgo que él mismo ayudó a resurgir, lo llevó a jugadas desesperadas, que lo debilitaron aún más.
El sólido liderazgo de María Eugenia Vidal terminó hecho trizas en las PASO, y es posible señalar como principales responsables a Macri y a Peña.
Sucede que obligaron a Vidal a realizar la elección bonaerense el mismo día que los comicios nacionales, a pesar de estar a la vista que el nombre del presidente en la cabeza de la lista hundía las chances de la gobernadora.
Si las PASO en Buenos Aires se hubieran adelantado, Vidal habría ganado o habría perdido por mucha menos diferencia. ¿Es posible tener certeza de eso? En buena medida sí, por lo ocurrido en Jujuy.
El gobernador Gerardo Morales también decidió adelantar la elección en su provincia pero, a diferencia de Vidal, cuando desde la Casa Rosada le dijeron que debía hacerlo el mismo día de las PASO nacionales para aportar votos a Macri, rechazó la indicación y adelantó la votación.
El resultado para gobernador fue un triunfo arrasador de Morales, cuya fuerza política -por contrapartida- sucumbió ante el peronismo dos semanas después, cuando se votó por los candidatos a la Presidencia.
Jujuy, con sus resultados tan opuestos en las votaciones para gobernador y para presidente, es una prueba contundente de la responsabilidad de Macri en la debacle de Vidal. Por eso, la relación entre ambos se enfrió.
La gobernadora entendió que su lealtad no fortaleció al espacio político. Haber priorizado como estrategia la confrontación con el kirchnerismo, tal como se venía notando claramente en las encuestas desde el año pasado, fortaleció a la dirigencia kirchnerista y facilitó la reunificación peronista con la candidatura de Alberto Fernández.
Tanto Vidal como Horacio Rodríguez Larreta parecen haber quedado distanciados del presidente. Para colmo, de mantenerse el escenario político tal como está hoy, para competir en las urnas de octubre, ambos dirigentes -los más eficaces del oficialismo- van a necesitar despegarse de Macri.
La cercanía del presidente debilita a las dos figuras. De mantenerse la situación de debilidad actual, lo que se avecina en el oficialismo es una grieta interna.