Por Claudio Fantini. La vertiginosa metamorfosis del presidente electo Javier Milei se da en las formas y en el contenido. De consolidarse la transformación en marcha, el 10 de diciembre empezará un gobierno de centroderecha, en lugar del anteriormente calificado por la crítica como «anarco-capitalismo».
La metamorfosis en las formas de comenzó a operarse tras la primera vuelta electoral.
En ese momento, Milei pasó del estridente y agresivo “activista mediático”, que sumaba rating y canalizaba el hartazgo social con “la casta”, al hombre sereno que intenta, con módico éxito, transmitir imagen de estadista moderado y tolerante.
El candidato ultraconservador estaba convencido que ganaba la Presidencia en esa votación o, a lo sumo, pasaba al balotaje con una amplia ventaja sobre Sergio Massa.
Sin embargo, salir segundo en la elección -siete puntos por debajo de Massa- fue una sorpresa amarga, que lo hizo calibrar lo que necesitaba para ganar y también para gobernar.
El resultado de la primera vuelta fue ideal para Mauricio Macri, quien tenía en claro que el espacio de Milei era “infiltrable”; término que utilizó en un acto de la campaña de Patricia Bullrich y que debe entenderse como algo fácil de colonizar por dirigentes de otras fuerzas políticas.
Macri llevaba meses entreviendo que sus chances de influencia y gravitación eran mayores en La Libertad Avanza (LLA) que en el partido que él mismo había creado.
En el PRO y, menos aún, en Juntos por el Cambio, Macri no tenía futuro político.
En cambio, en el descampado espacio ultraconservador donde, más allá de ciertas excepciones como Guillermo Franco y Diana Mondino, abunda la exacerbación, pero falta experiencia, razonabilidad y moderación, había posibilidades de desembarcar, tomando el control de áreas clave.
El desembarco incluyó también al peronismo cordobés.
Juan Schiaretti, vigorizado por su buen manejo de la campaña electoral, logró poner hombres propios en posiciones estratégicas para la provincia de Córdoba.
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La perplejidad ante la metamorfosis es grande.
A muchos, en la Argentina y en el mundo, sorprende ver a Milei bajando velozmente banderas propias, echando por la borda a exponentes de sus propuestas paradigmáticas en materia económica, como la de Emilio Ocampo sobre la dolarización.
El espectáculo de figuras cayendo como los bloques que se desprenden del glaciar Perito Moreno, es observado con alguna estupefacción.
No obstante, lo que normalmente ocurre con los extremismos que llegan al poder, es que se van moderando lentamente y por etapas, para no dar imagen de implosión o capitulación política.
Estas primeras muestras resultan alentadoras si se comparan con las de un gobierno extremista en manos de un ultraconservador, dispuesto a imponer sus utopías ideológicas.