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Por Claudio Fantini. En Nicaragua, país donde se radicó la denuncia por violación contra Juan Darthés, impera un régimen que fue moldeado en otra denuncia de violación. A partir de allí, el poder se repartió entre dos personas, un hombre y una mujer, a las que une el matrimonio.
Pero en los porcentajes de ese reparto habría influido la denuncia de Zoilamérica Narváez.
La hija de la actual vicepresidenta denunció a su padrastro, el presidente Daniel Ortega, de haber abusado sexualmente de ella desde los 11 años y de haberla violado a los 15.
Otras denuncias contra Daniel Ortega dan veracidad a lo planteado por su hijastra. Se lo acusa, por ejemplo, de organizar encuentros de políticos con adolescentes para abusar sexualmente de la que él escoja. Una denuncia dice que una niña de 15 años quedó embarazada del jefe de Estado.
Sin embargo, la madre de Zoilamérica optó por no apoyar la denuncia de su hija contra su marido. Al quedar entre la opción de acompañarla y apoyarla, o dejarla sola y atacarla para cerrar filas con su marido, eligió lo segundo. Y a partir de ese momento, comenzó a tener más peso político dentro del Frente Sandinista y de las estructuras de poder en Nicaragua.
La historia debe estar plagada de delitos sexuales cometidos por gobernantes. El poder es uno de los elementos intimidantes que más usan violadores y abusadores. Como la pedofilia en la Iglesia, el pasado acumula océanos de casos que jamás se conocerán.
Casos poco conocidos
Entre los pocos casos conocidos está el de Moshe Katsav, un ex presidente israelí condenado y encarcelado por violaciones cometidas cuando ejercía su mandato entre 2000 y 2007. Y más cerca en el tiempo y espacio, están las denuncias de abusos sexuales del presidente guatemalteco Jimmy Morales.
Pero el caso de Nicaragua tiene una particularidad: Daniel Ortega está acusado por su hijastra. Esta socióloga exiliada en Costa Rica, detalló que fue en ese mismo país donde su madre, Rosario Murillo, empezó a convivir con quien más tarde gobernaría Nicaragua. Y los abusos comenzaron desde el primer momento de la convivencia.
El sometimiento continuó en la residencia presidencial de Managua, durante el régimen sandinista que presidió Ortega tras vencer a la dictadura de Anastasio Somoza. Veinte años más tarde, Zoliamérica se atrevió a denunciar a su poderoso agresor. Desde ese momento, el caso ingresó en la dimensión política.
Según Zoilaamérica Narváez, fue nada menos que su denuncia lo que moldeó la sociedad política entre Daniel Ortega y su madre, quien logró más poder en el gobierno.
En su lectura de los hechos, la madre la traicionó para poder extorsionar a Ortega. El violador le concedió grandes cuotas de poder que incomodan a buena parte de la dirigencia sandinista. Lo hizo a cambio de que Rosario Murillo aísle a su hija y se sume a las campañas para difamarla con el objetivo de restarle credibilidad a su denuncia.
Desde entonces, Zoliamérica Narváez perdió un apoyo clave a su denuncia y fue víctima de campañas de difamación, persecución y hostigamiento que se orquestaron desde el entorno de Ortega. Pero lo más revelador fue la notoria acumulación de poder de Rosario Murillo.
Es posible sospechar que el actual liderazgo nicaragüense fue, en realidad, moldeado por los abusos sexuales y la violación que se cometieron contra una menor.
Hoy, a Nicaragua la gobierna un matrimonio. A pesar de las resistencias en el sandinismo y las críticas externas, Murillo es la vicepresidenta de un presidente denunciado por una violación que la Justicia nunca investigó. O, al menos, no lo hizo de manera convincente.