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Por Juan Turello. “Rascando la olla” es una expresión que se usa para señalar, en el caso de los gobiernos, que una administración está al límite de sus recursos, ante lo cual crea impuestos, vende “las joyas de la abuela” o se endeuda a tasas imposibles de pagar, señala mi nota en La Voz.
Esa definición le cabe ahora, de verdad, al ambicioso canje de deuda que lanzó el “creativo” Sergio Massa. Los objetivos declarados son bajar el valor de los dólares financieros -que rozaron la psicológica barrera de los 400 pesos- y financiar un déficit incontrolable.
Los resultados, hasta ahora, abren serias dudas sobre el cumplimiento de ambos objetivos.
El dólar contado con liquidación (CCL) retrocedió apenas tres pesos. El riesgo país terminó en 2.458 puntos básicos sobre los bonos norteamericanos. El jueves subió 5,3%, con una trepada de más de 25% en el mes.
Los inversores extranjeros no confían en la solidez macroeconómica ni en el plan de Massa.
Sobre llovido mojado: el Banco Central debió vender 588 millones de dólares el jueves 23, con una pérdida de 1.459 millones en el mes.
Guido Sandleris, expresidente del ente monetario, calcula que las reservas netas apenas superan los mil millones de dólares.
Los analistas advierten, además, que el canje será inflacionario. La compra de bonos en pesos por parte de los organismos públicos, señalan, será insuficiente para financiar al Estado y contener un déficit incontrolable.
El BCRA ya le adelantó 150 mil millones de pesos para financiar al “Estado presente”.
El canje lanzado por Massa “pesificará” los bonos en dólares que tienen los organismos públicos, al tiempo que “privatizará” esa deuda, ya que los futuros tenedores serán bancos, fondos comunes y compañías de seguros.
El kirchnerismo abandonó el discurso del desendeudamiento, al tiempo que acepta -sin tirar piedras, en esta ocasión- la venta de “las joyas de la abuela” en manos de la Anses.
El Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) fue creado en 2017 cuando Massa era titular de la Anses. Estaba destinado a proteger “el ahorro de los jubilados”, que serían intocables por cualquier funcionario ambicioso de hacerse de esos recursos.
Diego Bossio, extitular de la ANSES entre 2009 y 2015, cuestionó la medida y advirtió: “Cristina Kirchner no hubiera permitido que vendiera los bonos en dólares”
Una primera pérdida: la transferencia se hace al dólar oficial, que vale prácticamente la mitad de los dólares financieros.
Este Gobierno o el próximo deberán devaluar ante una brecha insostenible entre las cotizaciones oficiales y las de mercado. La ANSES perderá esa plusvalía.
¿Qué recibirá a cambio? El 70% de la tenencia será cambiada por un bono en pesos, que ajustará por inflación o por tipo de cambio, el que resulte mayor.
El 30% restante lo recibirá en pesos, en la medida que Economía o el Central liquiden los títulos que le pertenecen al FGS. Cálculos oficiales estiman que serán unos 400 mil millones de pesos.
¿Qué hará el organismo que conduce la camporista Fernanda Raverta con ese dinero? Es poco para distribuir entre sus casi ocho millones de beneficiarios. Cada uno recibiría unos 50 mil pesos, menos de un haber mínimo de 58.656 pesos.
Seguramente, la Anses va a comprar bonos del Tesoro para ayudar a financiar el déficit fiscal, que Massa ya no puede cubrir con más emisión del Banco Central, luego del giro de 130 mil millones.
¿Por qué dice la Anses que saldrá ganando con el canje? Porque los bonos en dólares son volátiles, y ahora tendría asegurado un rendimiento, si el Gobierno no modifica a futuro las condiciones de los bonos del Tesoro.
La paupérrima situación de los jubilados no se modificará con el canje de deuda. Seguirá igual.
Al mismo tiempo, le permitirán contabilizar los bonos al valor nominal y no al valor técnico, en suma, “contabilidad creativa” que permitirá -en la ficción- un aumento del valor del FGS. La ficción concluye cuando esos títulos se venden al precio del mercado.
El Gobierno apeló a “rascar la olla” para evitar una devaluación, pero el partido no está ganado ni mucho menos.