Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. Argentina lleva más de 20 días sumergida en un tobogán económico, tras la renuncia de Martín Guzmán el 2 de julio. La pelea política en la cúpula del poder impide visibilizar una solución.
Por ahora, este núcleo se dedica a denunciar a “especuladores” y “destituyentes”, con una oferta de soluciones minimalistas.
En realidad, la caída se agudizó desde que los mercados observaron la punta del iceberg el 8 de junio, cuando un ente oficial vendió bonos del Tesoro para pagar las importaciones de energía. No había dólares, señala mi nota en La Voz.
Sin crédito externo, el Banco Central emitió desde esa fecha ¡dos billones de pesos! para sostener los bonos y financiar el rojo de las cuentas públicas.
Obvio, la inflación se aceleró.
La renuncia de Guzmán precipitó el declive. El estancamiento de la actividad ya había lanzado varias alertas.
Luego de las caídas de enero y de marzo, la economía sólo se recuperó 0,5% en abril y 0,3% en mayo en la versión desestacionalizada, informó el Indec.
Más claro: en mayo la economía estaba en los mismos niveles de diciembre de 2021.
El insensato discurso de Alberto Fernández ante sus pares del Mercosur obvió la fuerte suba de precios que hay en la Argentina.
Los alimentos básicos, sin los estacionales, aumentaron 13,8% en los primeros 21 días de julio, según el Centro de Almaceneros de Córdoba.
El economista Juan Manuel Garzón señaló que en los últimos 30 meses la inflación acumulada en alimentos alcanza al 198%.
El “valor pánico” del dólar blue y de los dólares -por encima de los 340 pesos- paraliza las operaciones en el sector inmobiliario y en las concesionarias de automóviles, además de otros rubros.
“No hay precio, y no estamos seguros que podremos recomponer la mercadería”, es el diagnóstico común que se escucha en varios sectores.
El Gobierno repite como una letanía sus críticas contra los “especuladores”, que -afirma- alientan una devaluación. Otros aluden a un clima destituyente.
El kirchnerismo olvida que había formado “el club del helicóptero” contra Mauricio Macri y que sus exponentes más duros -Juan Grabois y Andrés Larroque, entre otros- insultan casi a diario al Presidente.
Los productores agropecuarios, los industriales, los desarrollistas y los comercios tratan de conservar el capital que poseen en una carrera desenfrenada de los precios.
Por contrapartida, es lo que hacen los consumidores, cuando en el supermercado compran dos frascos de café, dos botellas de aceite o varios kilos de azúcar. Saben que los precios van aumentar en los próximos meses.
El complejo agroindustrial exportó por valor de 19.125 millones de dólares en el primer semestre, un récord de ventas desde 2010.
El campo aún conserva algo más de 19 millones de toneladas de soja (menos de la mitad de una producción de 43,3 millones de toneladas), por un valor bruto de 11 mil millones de dólares, según calcula Gonzalo Agusto (Bolsa de Cereales de Córdoba).
José Luis Machinea, uno de los creadores del Plan Austral que se lanzó el 14 de junio de 1985, acaba de señalar cuál es su receta para la actual coyuntura.
“Algunos colegas míos piensan que la economía arregla todo. No. Tiene que haber un acuerdo político, que incluya a una parte importante de los electores (por la oposición) para hacer los cambios que requiere la Argentina. Se necesita un consenso generalizado, porque sin política no hay Gobierno que pueda sobrevivir”, dijo en declaraciones al diario La Nación.
De sus palabras, surge implícito que una devaluación -como alientan algunos sectores- no solucionaría la crisis. Más bien, la agravaría al disparar aún más los precios y deprimir los salarios y las jubilaciones.
Pero el triunvirato del club de la pelea política -Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa- parece no tomar nota de estas advertencias.
Cada uno está empeñado en conseguir su propio rédito, mientras el país se desmorona.
La agenda presidencial parece un cuento surrealista. Además de sus discursos fuera de la realidad, el viernes se dedicó a promocionar el club de la ciencia, mientras despotrica contra la oposición y los especuladores.
La gente mira con desesperación cómo el iceberg está cada vez más cerca.