Por Claudio Fantini. Silvia Lospennato y Miguel Ángel Pichetto fueron de las pocas excepciones que redimieron con sus actitudes y acciones el desolador y agotador debate de la “ley ómnibus” en el Congreso. El discurso de la legisladora dejó en claro por qué el kirchnerismo no tiene autoridad moral para plantear lo que plantea cuando que la Presidencia está en manos de un adversario. Qué dijo Pichetto.
«Ahora citan la Constitución que durante años pensaron que era un libro de recomendación no obligatoria”, comenzó Lospenatto (PRO).
El contundente alegato demostró que los gobiernos kirchneristas batieron récords de facultades delegadas, uso de DNU y declaraciones de emergencia.
Es relevante que alguien les cuente a los jóvenes y no tan jóvenes de La Cámpora y de las bases K, que Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner “privatizaron YPF antes de reestatizarla; privatizaron Aerolíneas Argentinas antes de reestatizarla y privatizaron las jubilaciones antes de reestatizarlas”,
El matrimonio K fue parte del oficialismo íntimo de Carlos Menem y Domingo Cavallo en la década de 1990.
Es cierto que antes de opinar grandilocuencias patrióticas, los oradores kirchneristas debieran empezar pidiendo perdón por endeudar en 16 mil millones de dólares a la petrolera estatal y por dejar la reestatización en manos de un “incompetente” (Axel Kicillof).
Lospennato recordó el doble discurso y actitud del kirchnerismo sobre YPF, Aerolíneas y las jubilaciones privadas.
Los enojos del ex presidente provisional del Senado fueron redentores de la insoportable levedad reinante en el debate.
La noble indignación de un experimentado veterano de la actividad legislativa enseñó a diestra y siniestra las reglas del sentido común, que llevan años extraviadas en las derivas argentinas.
Lospennato y Pichetto resultan imprescindibles en momentos tan cruciales.
Sobre todo, porque la grieta que produce el sectarismo ideológico y mesiánico vuelve a ser el escenario donde se desarrolla la política argentina.
Javier Milei menospreciando, descalificando y estigmatizando a la oposición dialoguista, se parece al Néstor Kirchner que, en los primeros tramos de su presidencia.
El esposo de Cristina Kirchner se victimizaba de inexistentes conspiraciones cuando estaba a la vista que la oposición no estaba poniendo palos en la rueda, sino colaborando, luego de la fuga indigna de Carlos Menem tras la primera vuelta.
El actual presidente acusa de “coimeros” y “saboteadores” a opositores que están buscando consensos para aprobar una ley ómnibus plagada de artículos que van desde lo oscuro hasta lo absurdo.
Para lo positivo y necesario de la ley, es necesario podarla de todo lo que inyectó el extremismo ideológico y el delirio mesiánico.
El sentido común indica que algo anda mal en un país si pasa en un santiamén del híper estatismo castrante al anarco-capitalismo.
También puede ver el sectarismo ideológico y la fórmula “amigo- enemigo” que planteó Carl Schmitt y recicló Ernesto Laclau para el populismo de izquierda, en un gobierno que esgrime un discurso de confrontación hasta cuando sus legisladores buscan consensos.
Como señaló Lospennato, los diputados y senadores de Cristina Kirchner y su hijo Máximo no tienen autoridad moral para cuestionar sin antes admitir sus desvaríos y estropicios maquillados de ideología.
Ello, no implica que Milei sea verdaderamente la contracara del kirchnerismo. Hay demasiadas señales de que el ultraconservadurismo libertario es un kirchnerismo con otra dirección.