Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. Más que “un jugador del segundo tiempo”, como le gusta definirse a Mauricio Macri, la tribuna diría que “tiene suerte”. Más del 40% de la sociedad le dio un claro respaldo en las elecciones legislativas, con la expectativa de un mejor futuro. El apoyo a la gestión se gastó rápidamente en una inexplicable reforma previsional y sobre otros temas, señala mi nota en La Voz.
Nadie difundió con claridad que el cambio en la movilidad jubilatoria, en realidad, podría mejorar los haberes de los pasivos alrededor de 27% este año. Desde marzo, rige una mejora de 5,71%, más el pago de un bono de 750 pesos para los que aportaron durante 30 años. El aumento anual estaría por encima de la inflación que proyectan las consultoras privadas y la encuesta de la Universidad Torcuato Di Tella, en torno del 20%.
Nadie en el Gobierno explicó con claridad a la sociedad el por qué de los aumentos tarifarios –en especial el de combustibles (14% desde diciembre), que impacta en todos los escalones de la economía-, ni el recorte de puestos de trabajo en organismos del Estado. En Córdoba, hay 680 familias angustiadas por el ajuste.
En los últimos 45 días, los ministros de Macri hicieron de las suyas para que cayera la imagen presidencial. Jorge Triaca sigue en su puesto, luego de que se conociera que la familia mantuvo durante varios años una empleada “en negro” y que fuera designada en un sindicato intervenido. En Estados Unidos, un funcionario debió renunciar al conocerse que había contratado indocumentados.
Luis Miguel Etchevehere recibió una indemnización al dejar su puesto en la Sociedad Rural Argentina, en lo que podría sospecharse como un futuro “tráfico de influencias” para quien conduce la cartera del campo. Etchevehere se vio obligado a devolver el pago.
Luis Caputo, el ministro que debe conseguir este año 35 mil millones de dólares en los mercados para financiar el déficit, omitió declarar que era socio y administrador de dos sociedad off shore previo a su asunción.
Con los desaciertos de Triaca, Etchevehere y Caputo, la imagen de Macri debía haberse derrumbado por el piso. Pero tiene suerte.
Pero Macri tiene suerte. Apareció en dos ocasiones Eugenio Zaffaroni, exjuez de la Corte Suprema de Justicia y miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para pedir que Macri se vaya cuanto antes y que (el kirchnerismo) “sabe cómo solucionar los problemas”. Apología de un jurista que debiera defender la democracia.
El peronismo levantó la bandera “Hay 2019”, pero los “siete samuráis” que se presentaron ya perdieron dos elecciones y sus candidaturas sumaron pocos votos en la última elección. De la renovación, ni una palabra.
Zaffaroni dice que el kirchnerismo sabe cómo salir de la crisis, pero sucede que sus principales espadas aman (¿amaban?) el modelo de Venezuela, sometida ahora a una de las peores crisis social, económica y humanitaria. Los padres abandonan a sus hijos porque no pueden alimentarlos. ¿Esa es la solución?
Zaffaroni, “Hay 2019” y Venezuela -la política, en suma- lo ayudan a Macri a disimular los problemas de la economía y de sus ministros.
Los errores de la oposición lo salvan a Macri de los papelones de sus ministros y de una política económica, que encendió varias luces amarillas.
“Es una devaluación encubierta”, advierte el economista Aldo Michelli, sobre la caída del peso frente al dólar. Tiene un oído atento al reclamo de los exportadores. “El dólar a 20 pesos está bien”, decía una semana atrás Cristiano Rattazzi, que espera producir este año 90 mil unidades en Ferreyra para venderlas en la Argentina y Brasil. Otras 90 mil serían exportadas a Turquía.
El déficit del comercio exterior argentino marcó un récord en 2017: 8.471 millones de dólares. No todo fueron bienes de capital, que sirven para mejorar la productividad.
La inflación sigue siendo un gran desafío para el Gobierno: 1,8 en enero y 25% en 12 meses. Los precios se convirtieron en la principal preocupación de la sociedad, por encima de la inseguridad.
Los movimientos en torno del dólar –que el Banco Central debiera aquietar dado su poder de fuego: 62 mil millones en reservas- repercuten en los precios. También provocan un parate en las operaciones inmobiliarias, con impacto en la construcción, el sector más dinámico en 2017.
¿Macri tiene suerte? No convendría poner todas las fichas en ese juego. Los errores de los ministros pueden prevenirse y la política económica debiera ofrecer certezas, más que incertidumbre.