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Por Claudio Fantini. La región parece avanzar hacia una Guerra Fría. Dos bloques van conformándose, mientras se acusan mutuamente de conspirar y desestabilizarse. Las sospechas que existen detrás de las protestas en Chile y el levantamiento indígena en Ecuador. Un repaso a lo que está pasando.
El régimen residual chavista y sus colmadas arcas repletas de dinero acumulado mediante actividades ilícitas, que van desde el narcotráfico hasta la explotación mafiosa de la cuenca del Orinoco, financia un bloque duro e ideológicamente explícito, el Alba. Aunque podría estar auspiciando también un segundo anillo integrado por gobiernos y dirigentes moderados, que sin identificarse plenamente con Cuba y con el régimen venezolano, pueden ayudarlo conteniendo presiones y embestidas del bloque contrario.
En algunos gobiernos del Grupo de Lima se sospecha, por ejemplo, que detrás del llamado Grupo de Puebla, impulsado este año por el dirigente chileno Marcos Enríquez Ominami y al que podría sumarse, o ya se sumó, Alberto Fernández, haya un interés de Caracas.
El hecho de que el español José Luis Rodríguez Zapatero y el colombiano Ernesto Samper estén entre sus impulsores, quienes fueron funcionales al régimen residual chavista, sin dejar de ser dos dirigentes demócratas moderados, abona la sospecha que expanden los allegados al Grupo de Lima.
En esta suerte de Guerra Fría regional, el régimen de Venezuela acusa a Colombia, al Grupo de Lima y a Washington de haber instigado las masivas protestas que logró aplastar con brutales represiones. Lenin Moreno acusó a Rafael Correa y a Nicolás Maduro de orquestar las protestas indígenas que sacudieron a Quito y tumbaron el aumento de combustible que había decretado.
Sebastián Piñera explicó el estallido social diciendo que Chile está “en guerra contra un enemigo poderoso”.
En el Grupo de Lima, la teoría predominante es que detrás del levantamiento indígena en Ecuador y del estallido en Chile están Nicolás Maduro, su vice Diosdado Cabello y Cuba.
Extendiendo esta interpretación, sería posible pensar que el régimen residual chavista es el ejecutor de la financiación oculta, los servicios de inteligencia cubanos son la neurona y Rusia es el patrocinador extra-continental.
Para varios líderes del mundo Vladimir Putin es el gran aliado de todos los líderes antisistema y regímenes disruptivos de izquierda y de derecha en muchos puntos del planeta. Desde el ultraderechista italiano Matteo Salvini hasta los impulsores del Brexit, pasando por Donald Trump y el izquierdista antisistema francés Jean-Luc Melenchon, han actuado y actúan bajo la sombra rusa. Una de las excepciones sería la rebelión antichina en Hong Kong.
También es posible sostener que las teorías conspirativas de ambos bloques enfrentados tienen una parte de la razón. A la disidencia venezolana la asisten Washington y algunos miembros del Grupo de Lima, aunque las masivas protestas sofocadas con sanguinarias represiones estallaron naturalmente contra una situación calamitosa causada por un régimen esperpéntico.
En Chile no hay dos explicaciones contrapuestas del actual tembladeral, sino dos explicaciones complementarias.
Las protestas estallaron por un aumento del transporte, que fue la gota que colmó un vaso que lleva tiempo llenándose con encarecimientos de la energía eléctrica y de otros servicios, como la salud. Las clases media y media baja sienten que van empobreciéndose en un esquema que acentúa la desigualdad.
A la protesta no la organizaron en Caracas ni en La Habana.
La protesta se explica en la agudización de las contradicciones del propio modelo chileno, en especial sobre los costos del transporte, la educación y la salud.
Lo que no explica ese Talón de Aquiles es la inusual violencia que velozmente se incubó en las protestas callejeras espontáneas.
Como en Ecuador, las protestas son la regla. Pero los incendios que consumieron shoppings, hipermercados y trenes, tienen otra explicación.
Esa violencia, dirigida con eficacia y precisión, permite vislumbrar una mano oculta. Sospecha abonada, además, por los sugestivos pronunciamientos de Maduro y Diosdado Cabello.
Maduro diciéndole al Foro de San Pablo que está cumpliendo “a la perfección el plan trazado”, y su lugarteniente hablando de la “brisa bolivariana” que sopla en la región y pronto se convertirá “en un huracán”, justifica sospechar que están detrás de la violencia que sacude a Chile, aunque la ola de protestas haya sido espontánea y responda a un encarecimiento que empobrece desde las clases medias hacia abajo.
En Ecuador, la movilización indígena fue provocada por el aumento del combustible. La reacción del movimiento indígena fue una cuestión interna. Lo prueba el hecho de que la calma se reinstaló ni bien el presidente anuló la medida que había detonado las movilizaciones.
Suponer que dentro de esa protesta actuaron manos extrañas, podría ser verificado por el atentado incendiario que sufrió el edificio de la Contraloría. Eso no pareció ligado a las protestas, sino a la vinculación de miembros del anterior gobierno con casos de corrupción, cuyas pruebas se acumulan en esa dependencia pública.