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Por Claudio Fantini. La primera novedad de las elecciones en España, que ganó ampliamente el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), es que los huracanes antisistemas apenas fueron una briza en las urnas. Vox logró que la extrema derecha llegue al Parlamento, pero no ocurrió el aluvión ultraconservador que vaticinaba.
El “voto oculto” no existió, por eso en España ha quedado acotado el fenómeno que en Gran Bretaña fortaleció a Nigel Farage y su partido del Brexit; en Austria llevó al poder al ultraderechista Partido de la Libertad convirtiendo en canciller a Sebastian Kurz y en Italia a La Liga, de Matteo Salvini, mientras acrecienta las fuerzas de partidos xenófobos como Verdaderos Finlandeses y los que ya están cerca de llegar al poder en República Checa y en otros países centroeuropeos. Veamos qué pasó en España.
También Podemos (Pablo Iglesias), la versión izquierdista del antisistema, con buenos lazos con el kirchnerismo en la Argentina, permaneció estancada.
De las nuevas fuerzas políticas que en los últimos años han irrumpido en el escenario español, la única que tuvo razón para festejar (creció en votos y escaños) fue Ciudadanos, aunque por lo acotado de esa razón, sólo vale un festejo módico.
Por el contrario, el Partido Popular (PP) y su líder Pablo Casado salieron de los comicios con sobradas razones para deprimirse. Ya está claro que el joven dirigente que reemplazó a Mariano Rajoy debilitó significativamente al viejo partido de la derecha, llevándolo a su peor debacle electoral.
El gran ganador ha sido Pedro Sánchez. Logró que el PSOE volviera a imponerse en las urnas después de una larga década en el llano.
Pedro Sánchez (PSOE) ha roto un maleficio. Como líder del partido en la oposición, sólo pudo coleccionar fracasos electorales. Parecía un perdedor que nunca llegaría a gobernar España. De hecho, no fue con una elección que llegó a Jefe de Gobierno.
La política española ya lo había velado y enterrado, cuando logró organizar una moción de censura contra Rajoy. El jefe de Gobierno conservador debió renunciar. De otro modo, el PP habría nombrado otro presidente de Gobierno y se habría mantenido en el poder. Pero Rajoy se empecinó en seguir al mando y, al perder la versión parlamentaria del juicio político, dejó a la primera minoría –el PSOE- la posibilidad de formar gobierno.
Así fue que Sánchez se convirtió en un primer ministro sin votos ciudadanos, después de muchas derrotas en las urnas.
Pero como gobernante, apareció la versión más inteligente y exitosa de este dirigente socialista. En sólo 10 meses de gestión, logró modificar sustancialmente el escenario político, fortaleciendo al PSOE. Y este domingo ha obtenido su primera gran victoria. El mérito es de él. Como opositor, era un perdedor, pero, al frente del gobierno, ha demostrado ser un líder inteligente y eficaz.
Quedó bastante lejos de la mayoría que necesita para elegir más cómodamente a los socios para formar un gobierno estable. No obstante, tiene posibilidades de elegir. Y las opciones son dos: reeditar la coalición con Podemos y con los nacionalistas vascos y catalanes, o reemplazar estos socios por uno solo: Ciudadanos.
En la campaña electoral, Albert Rivera se equivocó al rechazar cualquier alianza entre su partido de centroderecha liberal y los socialdemócratas del PSOE. Pero quizá reconsidere esta posición en pos de permitirle a España volver a tener un gobierno centrista.
Sánchez ganó merecidamente la elección porque logró situar al PSOE en el centro, a pesar de sus forzadas relaciones con Podemos y con los nacionalistas catalanes y vascos.