Por Claudio Fantini. En la fecha que los rusos llaman Día de la Victoria, Vladimir Putin no pudo evitar dejar a la vista la debilidad en la que se encuentra. Todavía es posible que la invasión a Ucrania alcance metas importantes y expanda notablemente el territorio de la Federación Rusa, pero por el momento la aventura militar deambula en un laberinto. Desde que el jefe del Kremlin descubrió que el Plan A (la conquista de Kiev y el control de Ucrania) era imposible en menos de un mes, concentró toda la energía política y militar en lograr conquistas territoriales. Qué pasó en el acto realizado en Moscú.
Los dominios del territorio ucraniano no son suficientemente significativos como para anunciar que las metas habían sido alcanzadas y que el conflicto llegaba a su fin.
La fecha elegida para anunciar el final de la guerra era el 9 de mayo, cuando los rusos celebran el Día de la Victoria sobre la Alemania de Adolf Hitler en 1945.
El Kremlin concentró todo su esfuerzo en que las ofensivas militares alcanzar los objetivos en el este y en el sur de Ucrania para poder anunciar en la celebración la “nueva victoria rusa sobre los nazis”, esta vez en Ucrania.
Putin tampoco pudo cumplir esa meta en el plazo fijado. Sin controlar Kharkiv en el noreste ni Mikolaiev y Odesa en el suroeste no es posible anunciar el final del conflicto con la gran victoria rusa.
El mundo y la nación rusa esperaban que anunciara el fin de la guerra en Ucrania con la victoria de Rusia sobre los “nazis ucranianos”, o bien, por el contrario, que declarara oficialmente la guerra que hasta ahora ha calificado de operación militar de “desnazificación”.
Y también exhibe una fragilidad en la situación del presidente ruso: si no pudo anunciar el final de la guerra con un triunfo de Rusia, es porque las fuerzas controlan demasiado poco territorio en relación con lo que justificaría cantar victoria.
Era el día indicado para hacer un anuncio grande, pero Putin no anunció nada. Se limitó a repetir la justificación de esta guerra catastrófica a pesar de que Ucrania no había atacado a Rusia.
Y si tampoco pudo declarar la guerra justificándola en el ingreso de la OTAN al conflicto, por el suministro de armas a Volodímir Zelenski, es porque la inmensa movilización de reservistas que eso implicaría podría acrecentar el malestar en la población, la que empezó a sentir en sus bolsillos el costo de la invasión.
El país vecino tampoco financia el terrorismo, ni sabotea la economía rusa, ni hacía nada que pudiera considerarse objetivamente una agresión.
La justificación de Putin –la de echar a los “nazis” de Ucrania- suena a patraña tejida con hilos de teoría conspirativa.
Ante las tropas que desfilaban en la Plaza Roja, el presidente de Rusia se limitó a defender su decisión, calificándola como la “decisión correcta” para que “no haya sitio para los nazis”.
Hablar del intento ucraniano de conseguir armas nucleares y de preparar una ofensiva contra Donestk y Lugansk que luego continuaría sobre el territorio ruso, suena a teoría conspirativa.
El ejército ruso logró imperar sobre Mariupol, dejando a Ucrania sin salida al Mar de Azov. Pero no alcanza para cantar victoria, porque los invasores aún no pudieron doblegar la resistencia en Kharkiv.
Tampoco controlaron Mikolaiv, por lo que no logran la posición desde la cual avanzar sobre Odessa para unir el territorio del Donbass con Transnistria, la parte de Moldavia controlada por separatistas prorusos en el Transdniester.
La falta de conquistas contundentes, exhibió la debilidad de Putin en el frente ucraniano; no haber declarado la guerra para movilizar contingentes de reservistas evidenció su debilidad en el frente interno.
Es posible que las muertes de soldados rusos, la prolongación del conflicto y el impacto en la economía y el bolsillo de los rusos, empiece a generar en el Kremlin temor a un creciente descontento social que derive en protestas y en inestabilidad política.
En definitiva, fantasmas mucho más reales que “los nazis” de los que habla Putin en Ucrania.
Que Ucrania tenga próceres oscuros de la Segunda Guerra Mundial, como Stepán Bandera, además de grupos fascistoides, no alcanza para justificar la catástrofe humanitaria que está causando la invasión.
En definitiva, para que no suene a lo que es en realidad: una patraña.