Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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or Oberdán Rocamora, especial para JorgeAsísDigital.com. Más preocupados por la marcha de la imagen que por la marcha del gobierno. El Tercer Gobierno Radical, que preside Mauricio Macri, El Panameño, contiene radicales desconformes que no se sienten lo suficientemente representados.
“Lo que los radicales quieren son cargos, Rocamora, o contratitos”, confirma la Garganta. “Si te piden una reunión es para traerte diez curriculums”, confirma otra.
A punto de partir, cierto embajador Artículo Quinto reduce: “Se quejan, pero aportaron apenas el 3 por ciento”.
Sólo Ernesto Sanz, El Cardenal Samore, es -según nuestras fuentes- el radical que concentra el más alto nivel de atención. (Se lo apoda El Cardenal por la mediación entre el harto Mauricio y la problemática señora Carrió, La Demoledora. A ella le cuesta hacer de Cambiemos otro UNEN).
Es Sanz, indudablemente, la figura de reserva para el relanzamiento real. El que se impone para después del primer porrazo crítico que se avecina.
El Cardenal participa de la segunda mesa chica en importancia del gobierno.
Conste que la primera mesa del poder es la inconmovible mesa ratona, que se reserva para el final de la crónica.
Los componentes de la segunda mesa chica suelen juntarse por las mañanas en Casa de Gobierno. Logran que Mauricio soporte la reunión política durante una hora. A veces de hora y media, o hasta dos. Siempre con la proximidad de Marcos Peña, El Pibe de Oro, a quien sigilosamente responsabilizan, en el macricaputismo, por la catastrófica política de comunicación.
Sin embargo Marquitos le brinda a Mauricio una fuerte protección intelectual. Lo consolida, lo cuida y lo traduce.
Aparte de Macri y Peña, participan los dos únicos profesionales exclusivos. Rogelio Frigerio, El Tapirito, y Emilio Monzó, El Diseñador. Casualmente ellos no tienen identidad Pro.
Son los profesionales confiables que mejor saben “manejar el ego” presidencial. Artesanos que conscientemente deciden no mostrarse nunca más inteligentes de lo que corresponde. Ni deben darse importancia a sí mismos. Porque el único ego que puede imperar en el macricaputismo, e imponerse, es el ego de Mauricio. Bastante elaborado, competitivo, fastidioso El Niño Cincuentón cuando emergen otros egos.
Los dos profesionales de referencia se llevan, para colmo, demasiado bien entre sí (tampoco deben demostrar que se entienden tanto).
El quinteto clave se completa con Sanz. Por representatividad y criterio. Sin cargosear con los mangazos y curriculums que proceden, en general, de la línea partidaria “Todo por dos Pesos”.
El quinteto (Macri, Peña, Frigerio, Monzó y Sanz) es últimamente complementado, según nuestras fuentes, por la dupla Lopetegui y Quintana. CEOs con rango de ministros que se reportan a Marquitos. Pero adquieren paulatinamente mayor gravitación.
Ocasionalmente algún día, en la segunda mesa del poder, puede participar Alfonso Prat Gay, El Amalito.
Es Alfonso quien debe esforzarse más, según nuestras fuentes, para controlar el ego. Pero El Amalito es de los pocos funcionarios que tiene algo tangible para mostrar. El mito clausurado del cepo, por ejemplo, y el farragoso final del cadalso de los holdouts, con su triunfo triste que remite a la colectiva resignación.
Pero Prat Gay debe contenerse para no fastidiar solamente el ego de Mauricio. Debe también esforzarse para no lacerar la sensibilidad comparativa de Marquitos, que cuida celosamente los últimos diez metros del acceso al Presidente. Al que aspira a continuar, pese a las reticencias del otro protagonista de la mesa ratona. La principal.
Abundan, además, infinidad de mesas menores. Las coordina el hiperactivo Pibe de Oro, que se encuentra blindado por las encuestas plácidas que suele acercarle el pensador Jaime Durán Barba, El Equeco. Con los números magistralmente alentadores. “Vamos bien, tranquilos”.
Después del ventarrón favorable de la visita de Obama, El Pato más Rengo, en esta versión de la historia se llega hasta el final del año con la imagen alta. Lo que más cuenta en la «era del vacío«.
❝… para estos buenos muchachos, más preocupados por la marcha de la imagen que por la marcha del gobierno.❞
Datos indispensables para estos buenos muchachos, más preocupados por la marcha de la imagen que por la marcha del gobierno. Por la toma de decisiones que siempre pueden postergarse. Como los montones de nombramientos que reposan en el despacho del doctor Clusellas, A Fuego Lento, el secretario legal y técnico.
Entre Clusellas y su antecesor Zannini, El Cenador vencido, se percibe tanta diferencia como entre Morenito y Braun, el secretario de comercio.
Con la providencia de la mejor cosecha. Con la inflación prometida para diciembre, clavada en un punto. Con el tsunami de las inversiones que van a llegar para el 2017 de gloria.
Semejante horizonte facilista signa la manera del gobierno. De ningún modo les asoma la posibilidad de chocar, de frente, con el “rostro oculto” de la realidad. Con el porrazo tonificador, que asoma, a pesar de las buenas voluntades y deseos, para los próximos tres meses de una gestión a la intemperie. Sobre todo en materia de seguridad, agravada por el agujero de la ausencia social.
Mezcla deplorable de inflación, recesión y tarifazos. Situación de riesgo asegurado que no se atenúa siquiera con un Lázaro semanal arrojado a la hoguera. Ni con tres Jaimes diarios lanzados al patíbulo. Ni con el dramatismo de las primeras planas de los procesados, con su festival de indagatorias que consigna la aquí anunciada peste de transparencia (selectiva).
Cuando estos buenos muchachos, tan ideales y queribles, educados y enternecedores, se pongan el país repentinamente de sombrero. Y deba tratarse, en adelante, el verdadero relanzamiento.
En un plano general, la última noticia auspiciosa, que complementa este cuadro, es la reorganización elemental del peronismo. A partir de la sensatez, más que desde la sabiduría. Sin omitir, ni darle aire, a los sobrevivientes del kirchnerismo libanizado, el fenómeno diezmado que legitima al Tercer Gobierno Radical (TGR).
El TGR pudo explotar, con solvencia, hasta aquí, el espectáculo febril del derrumbe kirchnerista, con sus fragmentos incendiados.
A través del efecto desastrosamente comparativo, que al TGR le permite la simulación, incluso, de las propias fragilidades. La portación de su insustancialidad esperanzadora.
“Peor era antes”.
Aunque se enojen, Mauricio y Nicky Caputo, El Co, aún ocupan la mesa ratona del poder.
Dos amigos que co-gobernaron durante ocho años en el Artificio Autónomo de la Capital (el maxi-quiosco donde hoy despacha, emancipado, Horacio Rodríguez Larreta, El Geniol).
Ahora Mauricio gobierna solo, casi sin verse con Nicky. Dialogan a través del continuo chat privado que les brinda la telefonía celular. Hasta el cierre del despacho suponen que nadie puede interferirles las jocosas interacciones.
Aparte, con frecuencia, los protagonistas de la mesa ratona suelen ingeniarse para hacerles creer a todos que están distanciados. Consta que Caputo demora a veces los regresos de Miami. Y que no tiene el menor interés de desprenderse de sus empresas, como reclama La Demoledora, por televisión.
Carrió ya es el problema estratégico de Macri.
Menos aún Caputo va a desprenderse, según nuestras fuentes, de la constructora que fundó don Octavio, 85 años atrás. Sólo se desembaraza del maxi-quiosco SES.
Para verse, a los amigos-socios siempre les queda el recurso bello de Cumelén. En la fascinante Villa La Angostura, Neuquén. Un ámbito más aconsejable que la disparatada estadía en el Lago Escondido del Gringo Lewis, en Río Negro. Sin darse cuenta, para colmo, que los rionegrinos lo tomaron como un desaire. La única noche que el Presidente duerme en la provincia es en la estancia del Gringo que ni les deja contemplar, siquiera, el Lago Escondido. Propiedad privada.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com