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El segundo semestre ya está con nosotros. En este período, estarán en juego la recuperación de la actividad y la elección presidencial. El Gobierno nacional plantea los comicios como “una decisión histórica”, en los que se optará por una economía de mercado y abierta al mundo o por el intervencionismo del Estado en todas las áreas, que sostiene el kirchnerismo. Repasemos de qué se trata.
Los países en desarrollo ya eligieron la primera opción, en los cuales la inflación dejó de ser un desafío y la cuestión central se basa en controlar que el Estado no gaste más de sus ingresos y que la nueva deuda se concentre en financiar mejoras en la productividad, por caso, en obras públicas que reduzcan costos.
¿Por qué la Argentina sigue discutiendo aún su modelo económico? Porque el 36% de pobreza y problemas en el empleo que afectan a casi dos millones de trabajadores obligan al Estado a intervenir para evitar un mayor quiebre social. Cómo debe “intervenir” el Estado y qué hacer con el mercado diferencia a Mauricio Macri de Cristina Fernández, las dos figuras de mayor peso en la política.
Más allá de las redes sociales, el Gobierno no explicó con claridad los beneficios del modelo basado en el aliento a la inversión, la integración al mundo, el desarrollo de la infraestructura y una paulatina reducción de impuestos. La sociedad no asumió esos objetivos, que sí son respaldados por los grandes actores económicos.
Ni siquiera el objetivo del déficit cero ha sido asimilado por el conjunto de votantes, pese a que el país lleva casi dos años de superávit primario en sus cuentas. Algunos candidatos prometen que el Estado intervendrá en todo lo que se le pida, cuando ese Estado no tiene hoy recursos para garantizar la asistencia permanente a enfermos oncológicos y a discapacitados, ni puede afrontar las costosas cirugías de la medicina moderna.
La alternativa de cumplir con todo lo que se le pide al Estado demandará más emisión de dinero, que –más temprano que tarde- termina en hiperinflación. En el pasado reciente, la Argentina se había quedado sin reservas en el Banco Central (de allí el cepo al dólar); perdió el superávit energético (dependía de los barcos gasíferos que llegaban al país, cuando llegaban) y destrozó la producción agro-ganadera.
Nicolás Dujovne pidió en Córdoba “paciencia y apoyo” para alcanzar los objetivos que se propuso la gestión de Macri. Y dijo que en el segundo semestre “el consumo será mejor” que el de los meses anteriores.
No habrá una explosión de la demanda, pero la tranquilidad en la cotización del dólar y el freno a una eventual corrida cambiaria, podrían moderar la suba de precios. Los nuevos aumentos en paritarias y los anabólicos alentarán la demanda. El plan “Juni0Km” seguiría en julio; llegaría el de los electrodomésticos y se lanzó un nuevo Procrear, además de los efectos del Ahora 12.
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Las últimas encuestas muestran que la tranquilidad en los mercados ayudó a Macri, quien aún genera desconfianza entre quienes cayeron en la pobreza o en los sectores de clase media que resignaron calidad de vida.
Otra vez, nadie explicó con claridad que la Argentina gastaba más dólares que los que generaba la economía, y que ya no hay prestamistas para cubrir ese déficit, salvo el “odiado” Fondo Monetario Internacional (FMI), que obliga a hacer los ajustes que la dirigencia no se atreve a asumir.
Hasta los empresarios que apoyan Macri reconocen que el Gobierno avanzó en numerosos proyectos, pero que “comunica mal”, como se escuchó en la Bolsa Córdoba.
Aunque moderado, el ministro dejó en claro que la economía mostrará mejores resultados en el bendito segundo semestre.
“Contra los locos, uno no puede inmunizarse”, se atajó Dujovne en relación con “los desatinos del kirchnerismo”, como el falseamiento de los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y de la actual propuesta de “reestructurar la deuda” (¿un default selectivo?).
Es cierto, nadie se puede inmunizar contra la locura, pero se puede aprender de los errores.