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  • Siria: lo cierto y lo falso en la crisis entre EE.UU. y Rusia

    Publicado: 16/04/2018 // Comentarios: 0

    Por Claudio Fantini. Como la mentira es un arma, desde tiempos remotos se sabe que en la guerra lo primero que muere es la verdad. Por eso, todo lo que se dice de un lado y del otro sobre el ataque norteamericano-británico-francés en Siria, debe ser tomado con pinzas. Si fuera verdad que las baterías antiaéreas del régimen -equipos soviéticos con más de tres décadas de antigüedad, derribaron 70 de los misiles lanzados, lo que equivale a 7 de cada 10, entonces el ataque de las fuerzas noroccidentales fue un rotundo fracaso. ¿O no?

    Los bombardeos y la guerra interna han destruido prácticamente a Siria | Foto: TVN Noticias

    A la vez, es visiblemente falsa la afirmación que hicieron los voceros de la Casa Blanca y el Pentágono cuando anunciaron el ataque momentos después de haberlo concretado.

    Esos voceros negaron haber avisado a Rusia con antelación, lo cual es evidentemente falso. No sólo se avisó al Kremlin con antelación, sino que, además, se le informó sobre los blancos escogidos, que resultan marginales en la estructura militar del régimen sirio.

    Prueba de que se tomaron recaudos para evitar un choque con Rusia, es que ningún avión Tornado británico ni B-1 norteamericano, así como ningún misil de los lanzados desde aguas del Mediterráneo, sobrevolaron la zona que rodea las bases rusas de Tartus (naval) y Hamenim (aérea) y que están protegidas por los sistemas de defensa antimisiles S-400.

    Más que un verdadero acto de guerra, el ataque de las potencias noroccidentales a Siria parece una simulación.

    El ataque sobre Siria dejó más dudas que certeza. Los voceros norteamericanos mintieron al negar que Rusia haya sido avisada del ataque a blancos escogidos. El objetivo era evitar que las fuerzas rusas establecidas en territorios sirios sufrieran bajas y daños materiales.

    Lo convalida el hecho de que no hubo víctimas fatales. Un régimen experto en victimizarse mostrando cadáveres después de ser atacado, mencionó sólo tres heridos. Ni siquiera habló de heridos graves. Sólo tres heridos.

    ¿Puede no haber víctimas fatales tras una lluvia de misiles? Más de cien proyectiles sobre supuestos centros de producción de armas químicas sólo causaron destrucción material.

    ¿Pueden existir centros neurálgicos donde no haya nadie después de la medianoche? Evidentemente, hubo un aviso previo a Rusia, lo que equivalió avisar también al régimen sirio.

    Poco después trascendió que Emmanuel Macron,  presidente de Francia, se habría comunicado con Vladimir Putin para decirle del plan en marcha. Un plan que no contempló debilitar a Bashar al Asad ni confrontar con Rusia. Por eso el ataque fue anunciado y acotado.

    La “misión cumplida” que dijo Donald Trump, fue desafiar a Putin sin darle razones para represalias.

    Aunque limitado y avisado a la contraparte, el ataque implica una ofensa al líder ruso. La realidad del acto la revela lo expresado por el embajador en Washington, Anatoly Antonov, al decir que el bombardeo occidental era una ofensa a Putin y que habría consecuencias. Afirmación y amenaza destinadas a no cumplirse.

    En definitiva, el ataque tuvo más de capoeira que de pelea real. Una danza simulando un combate, allí donde no lo hay. ¿Por qué? Porque la justificación del ataque muestra que ya no se pretende derrocar al régimen, sino sólo limitar sus acciones.

    El verdadero mensaje fue a Rusia. Expresa que las potencias noroccidentales quieren estar en la mesa donde el Kremlin diseña la posguerra.

    En las reuniones de Astaná, manejadas por Rusia, sólo participan Irán y Turquía. Los misiles de la madrugada del sábado fueron el simbólico puñetazo en la mesa para reclamar un lugar.

    Y la respuesta que Rusia parece obligada a dar para que su líder no se vea débil y humillado, será seguramente igual de simbólica. Otra gran simulación. Sin embargo, hay una medida que Rusia puede tomar y complicaría notablemente a las fuerzas norteamericanas y europeas desplegadas en la zona, así como también a Israel. Esa medida es dotar al régimen de Bashar al Asad con el sistema antimisiles S-400 y con el S-300, de probada alta eficacia como escudo antiaéreo.

    De momento, el sistema antimisil sirio es el que recibió de la URSS hace más de 30 años y poco puede hacer contra aviones y misiles actuales. A Israel, particularmente, le preocuparía que Siria cuente con baterías como las que protegen las bases rusas en Tartus y Hamenim.

    Sería también un golpe para las potencias noroccidentales, cuya capacidad de acción aérea en Siria quedaría limitada.

    Politólogo y periodista. Analista político en medios argentinos y del exterior. Profesor y mentor de Ciencia Política en la Universidad Empresarial Siglo 21 (UES21). Autor de varios libros, el último de los cuales es la La Gravedad del Silencio.

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