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Por Héctor Cometto. Abrumado por las peores sensaciones, el hincha de Talleres se ha quedado otra vez vacío, dolorido hasta las fibras más profundas, furioso con una nueva oportunidad perdida, porque no se puede ir un segundo tren como fue la imagen…
… del segundo tiempo en Mendoza, con un equipo pasivo y entregado ante un rival menor, al que le ganaba 1-0 y terminó perdiendo. Peor que la primera parte de la final en Junín con Unión de Mar del Plata, al menos un conjunto sólido y competitivo.
Eso es lo que el hincha no perdona. ¿Cómo se puede perder así? ¿Cómo no aprovechar penales y un hombre de más un tiempo y medio en el Kempes? ¿Por qué el equipo nunca jugó bien y siempre estuvo descompensado? ¿Por qué justo en un año en que ascendían siete equipos?
Talleres salió de tierra arrasada en lo económico y ahora debe reconstruirse desde las ruinas futbolísticas.
Tiene arquero propio para seguir desarrollando, un jugador significativo como Agustín Díaz y proyectos interesantes (Ortega, Acosta, Reynoso, Ramis, Navalón, Chirivino).
¿Y Guillermo Hoyos? Tiene que saber que hay una enorme distancia entre lo conceptual y la realidad. Con esa demagogia (él y sus antecesores) de armar equipos ofensivos porque “esto es Talleres”, y los resultados son conjuntos inexpresivos, livianos, ingenuos, presa fácil para los devastadores seriales que asuelan en el fútbol argentino, y más en este infierno de categoría.
En esas ruinas está Andrés Fassi. Nadie le endilga culpas como a los que tomaron tantas decisiones equivocadas, pero todos lo miran. El dispone de la escasa esperanza del divino tesoro de Talleres, que es su hinchada.