Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Héctor Cometto. El «Chipi» Velasco define la jugada que inició y terminó, y hace entrar la rabona-taco por el ojo de la aguja, cuando la ansiedad parecía un muro imposible de franquear. Para entrar en el cielo no es preciso morir, canta Ana Belén definiendo esa maravillosa sensación. En especial si se viene del infierno. Y a la noche se le fue la mano, parecían irracionales, que se iban a morir mañana.
Noche magnífica para el «cordobesismo», para retratarse en el paisaje, para vibrar con color local. Asombra ver a los pibes festejando después de tanto sufrimiento cuando podrían ser hinchas del Barcelona o del Real Madrid. Y el padre orgulloso de la mano de su hijo sabiendo que le transfiere presente y futuro, no sólo pasado. Y al fanático que tiene por primera vez en mucho tiempo, junto con el clásico ganado por Copa Argentina, argumentos válidos para pelear al eterno rival.
Y el Patio Olmos, no ya para repetir el penal de Oste del ’98, si no para renovar protagonismo como Belgrano (foto). Talleres está vivo y lo demostró con una manifestación contundente, con el efecto del acto perfecto: récord del Kempes, coronación anticipada, el festejo en la víspera que no se truncó como otras veces, los fuegos artificiales, el T-móvil descapotado y ploteado, el orden económico y la salida de la quiebra. Todo junto, además, en el año del Centenario.
¡Que no se acabe esta noche ni esta luna de abril (pequeña licencia)!, testigo de esta inmensa locura.