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Por Marcelo Capello. El método de la “Línea de Pobreza” mide la cantidad de personas que cuentan con un ingreso que no alcanza a cubrir el costo de una canasta mínima de consumo. El 26,2% de la población se encontraba en esa condición en el segundo semestre de 2013.
Guarismo similar al que existía a mediados de la década de 1990, según cálculos del IERAL usando datos de precios realistas.
Pero existe otra medida de la pobreza, la que se denomina “Brecha de la Pobreza”, que representa la cantidad de dinero que requiere, en promedio, un hogar pobre para salir de tal condición. De tal manera, lograría superar el umbral de pobreza delimitado por la canasta básica total correspondiente a su estructura familiar.
La evidencia indica que en promedio un hogar pobre requiere de unos $2.600 para salir de tal condición. Mientras se sucedieron años de expansión económica y del empleo tras la crisis de 2001-2002, la brecha promedio de pobreza se contrajo hasta un mínimo, que ocurrió en el segundo semestre de 2007 cuando los hogares sumidos en pobreza requerían $2.000 para superar tal situación de carencia. Posteriormente, en la medida que la expansión y el crecimiento alcanzaron sus límites, a la vez que el contexto inflacionario se profundizó, el dinero requerido para superar la pobreza volvió a incrementarse considerablemente.
Calculando la representatividad de la «Brecha de Pobreza» respecto al costo monetario que debe enfrentar una familia tipo (de cuatro miembros) para adquirir la canasta básica total que delimita su umbral de pobreza, se establece que para el segundo semestre de 2013, los ingresos insuficientes (netos de transferencias del Estado) alcanzan al 55%, mientras que en los años previos a la crisis ocurrida a fines de 2001 la insuficiencia de ingresos resultaba inferior al 50%.
Con posterioridad a esa crisis, tanto la tasa de pobreza como la brecha se contrajeron sistemáticamente, pero en la medida que el proceso expansivo de la economía alcanzó sus límites y la inflación comenzó a hacerse presente, ese proceso se revirtió y acabó por agravarse. En el último año, la brecha pasó del 54% al 55% de los ingresos de las familias pobres.■