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Por Claudio Fantini. La primera declaración en la que Donald Trump repudia el racismo y el supremacismo blanco, llegó demasiado tarde. El presidente norteamericano dijo lo que había callado siempre, mientras seguían contando cadáveres en la morgue de El Paso, la ciudad fronteriza con México, donde se produjo una masacre provocada por la xenofobia y el racismo. Sin embargo, Trump no dio ni medio paso atrás en su defensa ferviente del libre acceso a las armas.
Al referirse a lo ocurrido en la ciudad texana y, horas más tarde, en Dyton, Ohio, afirmó: “Son las enfermedades mentales y el odio, los que aprietan el gatillo, no las armas”. A lo que no se refirió es a la razón por la que las armas pueden quedar tan fácilmente al alcance de “las enfermedades mentales y el odio”.
La conexión entre el joven que gatilló un Kalashnikov contra una multitud en Texas y el discurso recurrente de Trump, pasa por la oscura teoría de un opaco escritor francés.
El autor de la masacre en el Walmart de la ciudad de El Paso publicó en las redes un manifiesto que parece inspirado en la teoría racista que su autor, Renaud Camus, llamó “el gran reemplazo”. La teoría afirma que la civilización europea, que habita el Viejo Continente desde hace al menos 1.500 años, será reemplazada en sólo dos o tres generaciones más por inmigrantes que imponen sus propias culturas.
Además de influir en Eric Zemmour, autor del libro “Le suicide francais”, es posible ver reflejos de esta teoría en “Sumisión”, la novela en la que Michel Houellebecq describe -a través de un profesor universitario especializado en la obra decadentista de Joris-Karl Huysmans- cómo el crecimiento de la población musulmana termina imponiendo un presidente islamista en Francia.
La teoría del gran reemplazo aparece nítidamente en “La verdad inconveniente”, el manifiesto racista que escribió Patrick Wood Crucius antes de viajar desde Dallas hasta la ciudad de la frontera con México para entrar disparando ráfagas de AK-47.
En su proclama xenófoba y racista, el supremacista blanco que perpetró la masacre en El Paso, habla de “la invasión hispana de Texas”.
Según “La verdad Inconveniente”, hace años que desde Latinoamérica se produce una invasión hispana que pronto reemplazará a la población norteamericana de origen anglosajón. Fue por esa perturbada visión que se encaminó a El Paso, la puerta principal de ingreso de mexicanos, con la decisión de masacrar hispanos.
Lo que escribió el joven exterminador hace que resulte imposible despegar la masacre del discurso de Trump, quien -desde las primarias republicanas- describe a la inmigración latinoamericana como una “invasión” y a las caravanas de familias migrantes que marchan desde Centroamérica y atraviesan todo México, como un “ejército invasor”.
El magnate neoyorquino comenzó a describir a los inmigrantes que llegaban desde México como “asesinos y violadores”. Ya en el Despacho Oval de la Casa Blanca, se despachó con que los inmigrantes salvadoreños y haitianos provienen de “agujeros de mierda”.
Y al comenzar la nueva campaña electoral, con vista a las presidenciales de 2020, Trump embistió contra cuatro legisladoras demócratas con descendencias hispana y africana, al decir que “odian a Estados Unidos, aman a Al Qaeda y tienen que regresar a sus países”.
Habló como si no fueran norteamericanas y después guardó silencio ante la muchedumbre que, en un acto de campaña, coreaba “que se vayan, que se vayan…”.
Su lista de pronunciamientos racistas es larga. Incluye haber equiparado a manifestantes antirracistas con los miembros del Ku Klux Klan, que protestaban en la ciudad virginiana de Charlottesville contra el retiro de una estatua de Robert Lee, el general que comandó al ejército confederado en la Guerra de Secesión.
Si un presidente alienta el desprecio étnico y el supremacismo blanco, es absurdo pretender que la masacre no sea vinculada con su discurso.
También roza a Trump la masacre ocurrida el mismo día en la ciudad de Dyton, Ohio. La razón es que, como todos los sucesos de este tipo, tienen que ver con el viejo problema del armamentismo que Trump alienta, en lugar de combatir.
El jefe de la Casa Blanca es un ferviente defensor de la Sociedad Nacional del Rifle y del monumental negocio de la venta libre de armas.
El año pasado, ante la masacre de estudiantes en un colegio de Florida, no tuvo mejor idea que proponer que los maestros y profesores vayan armados a dar clases.