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Por Claudio Fantini. Si la apuesta de Donald Trump es que China use todos los instrumentos que tiene para obligar a Kim Jong-un a cesar sus pruebas nucleares y balísticas, entonces lo que busca tiene lógica. Con sólo cortarle el suministro de petróleo y la compra de carbón, China complicaría mucho al indómito vecino de Corea del Norte.
Esperar que Xi Jinping actúe contra el líder norcoreano tiene sentido, porque un hecho mostró el hartazgo de Beijing con el lunático régimen norcoreano: el asesinato de Kim Jong-nam en el aeropuerto de Kuala Lumpur.
Un crimen que lleva la firma de Kim Jong-un, el hermano menor de la víctima y actual líder supremo del régimen creado por el abuelo de ambos. Jong-un ordenó matar a su hermano porque China se disponía a reemplazarlo por él.
Jong-nam llevaba años desterrado y cuestionando al “trono” comunista, que debió heredar de Kim Jong-il, su padre. Estaba protegido por China, que lo consideraba menos sanguinario y más confiable que el actual gobernante. El hecho es que ese magnicidio dejó a la vista la tensión entre Beijing y Pionyang.
¿Qué hará Trump si China no logra contener a Corea del Norte? Si cumple con la amenaza de un ataque preventivo, las consecuencias podrían ser devastadoras.
El régimen de Corea del Norte es un sistema que podría definirse como “totalitarismo absoluto”, en el que impera una casta militar y una dinastía familiar a la que el culto personalista instaurado por la llamada “doctrina Juche” presenta como deidades.
El adoctrinamiento inculca desde la escuela que Kim Il-sung y sus herederos tienen poderes sobrenaturales porque descienden de los dioses que moran en la cumbre del Monte Paektu. Los niños aprenden en las aulas que Kim Il-sung podía estar en varios sitios al mismo tiempo y que el nacimiento de Kim Jong-il lo anunció un doble arco iris sin lluvia sobre la montaña sagrada, donde fueron creadas las naciones de Manchuria y Corea.
Los muchos que no creen esa mitología delirante deben simular creerla para no terminar en un campo de concentración o en un paredón de fusilamiento. El hecho es que, en el “totalitarismo absoluto”, el régimen puede llevar la nación a un holocausto.
Los surcoreanos son rehenes del poderío de Pionyang. A sólo 60 kilómetros de la frontera, Seúl podría ser borrada del mapa en un santiamén.
A la bomba norcoreana debe desactivarla China, con los instrumentos de presión con los que cuenta. Si intenta desactivarla Trump lanzando misiles, las consecuencias podrían ser devastadoras.