Por Claudio Fantini. Si Mauricio Macri o Alberto Fernández o Roberto Lavagna dijeran en un discurso o a través de Twitter poseer una “grandiosa e inigualable sabiduría”, recibirían una ola gigantesca de críticas y sentirían el efecto de semejante desvarío en las encuestas. Pero fue lo que dijo Donald Trump al referirse al retiro de las fuerzas norteamericanas del norte de Siria.
El jefe de la Casa Blanca justificó esa decisión al decir que estaba avalada por su “grandiosa e inigualable sabiduría”. La afirmación que planteó garantizando a los kurdos que “destruiría” la economía turca si eran atacados tras la salida de los marines, tampoco puede ser tomada en serio, aunque provenga del presidente de los Estados Unidos.
Flota la sensación de que Trump se dispone a traicionar a los kurdos, que allanaría el camino para que el ejército turco lance una operación al este del río Éufrates.
Lo único que podría hacer que dé marcha atrás en esa decisión, es que el Partido Republicano entre en ebullición por resistir que Washington abandone a sus aliados en la guerra civil siria. Si Trump viera en riesgo el respaldo de todos los senadores republicanos a la hora de votar contra su destitución en el juicio político que se avecina, entonces podría rever esa decisión que pone en peligro a un pueblo.
Turquía lleva tiempo preparando una operación militar para arrasar a las milicias que establecieron la autonomía de Rojava, la confederación de facto que integran los cantones de Afrin, Kobani y Jazira.
Si Tavip Erdogan logra aplastar a las YPG (Unidades de Protección Popular), probablemente imponga una limpieza étnica que erradique a los kurdos del norte sirio. Su plan de instalar allí a dos millones de refugiados árabes sería funcional a la idea de alejar de la frontera de Turquía a todos los kurdos de Siria septentrional.
El desprecio del presidente turco quedó expuesto en 2014, cuando la ciudad de Kobani fue sitiada por el ejército islámico (ISIS). Los tanques del ejército turco se alinearon en la frontera, pero no para defender a la población kurda que estaba en riesgo de ser aniquilada, sino para evitar que huyera hacia Turquía en un intento por sobrevivir.
Los kurdos de Kobani resistieron y vencieron, contando sólo con la ayuda de milicianos kurdos iraquíes y con esporádicos vuelos norteamericanos que dejaban caer armas, alimentos y medicamentos sobre la ciudad sitiada.
No es la primera vez que los traicionan. Por su lucha contra el Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, en el Tratado de Sevres habían obtenido una pequeña porción del territorio que ocupan entre Anatolia, Siria, Irak e Irán. Pero tres años más tarde, perdían en el Tratado de Lausana ese efímero Kurdistán independiente.
Después los traicionó George H. W. Bush cuando los instó a levantarse contra Saddam Hussein, pero no movió un dedo cuando el dictador iraquí comenzó a exterminarlos con armas químicas. Ya había miles de muertos en el norte de Irak cuando estableció la “zona de protección aérea”
Ahora Estados Unidos vuelve a abandonarlos. La pertenencia de Turquía a la OTAN no es una justificación, porque Erdogán ha establecido acercamientos estratégicos con Rusia y ha tensado al máximo su relación con la alianza atlántica.
La aversión de Erdogán a los kurdos de Siria tiene como pretexto el supuesto apoyo al PKK, violenta organización independentista que lideró Abdullah Öcalán hasta que lo atraparon y recluyeron en una isla del mar de Mármara.
El posible plan de limpieza étnica en el norte de Siria debe tener más que ver con las virtudes de la confederación kurda, que rige en los hechos.
El igualitarismo que impusieron desde que se autogobiernan, además de la tolerancia con que conviven con árabes, asirios, siríacos, jazidíes y armenios, los distinguen como una sociedad diferente.
También es una virtud que sobresale la igualdad de género y los roles protagónicos que las mujeres kurdas ocupan tanto en la vida política y social, como en las estructuras militares y los campos de batalla.
Para el presidente islamista turco, así como para muchos regímenes de la zona, esos atributos resultan malos ejemplos para una región en la que imperan desigualdades ancestrales.
La traición de Trump a los kurdos es funcional a los designios de Erdogan y los de sus nuevos allegados: Rusia, el régimen sirio de Bashar al Asad y la teocracia iraní.
Abandonar a los kurdos después del aporte que hicieron en la lucha contra ISIS, podría incluso alejar de Trump a muchos republicanos que están calibrando la gravedad y opacidad de semejante decisión.
Y eso puede ser inconveniente para un presidente que necesitará la complicidad de los senadores de su partido para sobrevivir a un impeachment (juicio político en Estados Unidos).