Por Claudio Fantini (Periodista, politólogo y docente de la UES 21). Actualizando su antiguo código de “piedad filial”, China está dando una lección al mundo. El abismo generacional caracterizado por el derrocamiento de la autoridad paterna, tiene dimensión global.
En la mayoría de las sociedades, padres y también maestros tienen cada vez más dificultades para hacerse respetar por las nuevas generaciones. Entre las causas está Internet, en particular, y lacomputación, en general, por tratarse de una tecnología en veloz evolución cuya lógica es más aprehensible para los niños.
La autoridad familiar ha tenido entre sus fundamentos la experiencia y el conocimiento con que los padres podían ayudar a sus hijos a situarse en el mundo. La informática y la Web revirtieron ese orden porque los mayores suelen naufragar en el instrumento imprescindible para trabajar, aprender y relacionarse con los demás, y al que niños y adolescentes incorporan a sus vidas con total naturalidad.
Por eso, China actualizó las normas de “piedad filial”, incorporando la exigencia a niños y adolescentes de “enseñar y asistir” a padres y abuelos en el uso de Internet.
Por tratarse de una realidad global, el reclamo de que las generaciones históricamente asistidas en el conocimiento se conviertan en asistentes de sus mayores, pudo haberse dado en cualquier país. Pero tiene lógica que a ese paso, a primera vista anecdótico pero inmensamente actual y significativo, lo haya dado el gigante asiático.
Al fin de cuentas, la cultura china practica desde su remota antigüedad la veneración de los ancianos, adoptada como tradición en Japón, Corea y muchos pueblos del sudeste asiático. El origen está en las virtudes humanas que enseñó Confucio en el siglo VI AC, estableciendo entre las primordiales la “piedad filial”. Casi mil años más tarde, esa virtud fue explicitada en un código de 24 ejemplos, redactado por Guo Jujing en los tiempos de la Dinastía Yuan.
Por entonces, lo que la moral confuciana exigía a los menores era socorrer a sus ancestros en las cuestiones de fuerza y de salud, flancos donde las fatigas del tiempo los volvían vulnerables. Pero en los tiempos que corren, la vulnerabilidad de los mayores está en la dimensión tecnológica de la comunicación y el conocimiento, en la que es común que naufraguen, ante la indiferencia de la generación que nació navegando el espacio virtual.
A éste se ha trasladado buena parte de la realidad.