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Por Claudio Fantini. Mientras las colas crecen en todos los comercios venezolanos, y empiezan a ser infinitas en las tiendas de alimentos y medicamentos, el gobierno chavista lanzó un nuevo paquete de medidas que va a contramano de lo hecho y proclamado.
En síntesis, saliendo del cierre absoluto del acceso a los dólares, se abre un mercado para comprar moneda norteamericana. Dicho de otro modo, lo que está haciendo el gobierno de Nicolás Maduro es una nueva devaluación.
A la primera se la endilgaron a Hugo Chávez, quien se supone que dio la orden de devaluar la moneda nacional desde el lecho cubano en el que agonizaba. No falta mucho para que quede totalmente claro que aquella devaluación se hizo con Chávez muerto, pero no enterrado.
Como fuere, culpar a la “guerra económica del imperialismo y la oligarquía para dar un golpe de Estado contra la revolución bolivariana” de la escasez y las colas que se van volviendo interminables para adquirir productos de primera necesidad, resulta cada vez menos creíble en franjas cada vez más amplias de la sociedad.
A la mejor interpretación de que lo sucede en Venezuela la da Joaquín Villalobos, ex comandante de la guerrilla salvadoreña FMLN y actual experto en mediación de conflictos, además de referente de un progresismo liberal: igual que el régimen revolucionario de la década de 1980 en Nicaragua, el chavismo se peleó con el mercado y trató de suprimirlo. Pero si se intenta hacer economía sin mercado, lo que se hace es un agujero negro en el que se hunde la producción y el resto de la actividad económica.
Los presidentes de Bolivia y Ecuador, Evo Morales y Rafael Correa, respectivamente, fueron más inteligentes y no se pelearon con el mercado intentando suprimirlo, por eso tienen gestiones económicas exitosas, con inversión privada y crecimiento.
El lúcido escritor Sergio Ramírez, vicepresidente de aquel frustrado proceso revolucionario nicaragüense de hace más de dos décadas, desde su propia experiencia en el socialismo sandinista, describe la situación de Venezuela diciendo que toda revolución mesiánica comienza con grandes entusiasmos y termina con grandes colas.■
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